martes, 21 de abril de 2015

PRESENTACIÓN DEL ESPACIO.

Coordinadora: Lic.Psic.Stefanía Molina Torterolo
stefaniamol@hotmail.com
098 69 23 96
Montevideo - Uruguay.

El presente espacio muestra las producciones finales realizadas por estudiantes de diversos "Cursos - Talleres virtuales - Internacionales", gestionados por el Centro de Estudios sobre Masculinidades y Género A.C. Uruguay y coordinados por su equipo docente que está conformado por profesionales de la salud, las ciencias sociales y humanas. Como docentes acompañamos a lxs participantes en cada una de las instancias de aprendizaje que proponemos. Los cursos se dividen en módulos, de cada uno de ellos se desprenden variados ejes a tratar en relación a la temática general del curso. Asimismo, les facilitamos clases por módulo, escrita por cada docente. Cuentan también con una biblioteca virtual y variados materiales audiovisuales, entrevistas, viñetas, etc. Una vez finalizadas las clases y sus correspondientes actividades, convocamos a lxs estudiantes a escribir, a través de diferentes propuestas: realizar proyectos, producir textos reflexivos, diseñar flyers, analizar materiales, como forma de dar cuenta del proceso transitado en el curso. Destacamos que en algunos puntos podemos no estar de acuerdo con lxs estudiantes (autorxs de los textos) pero de todas formas le otorgamos valor absoluto a la diversidad de visiones, experiencias y reflexiones. Cada autorx tiene una devolución por parte de lx/s docente/s sobre su trabajo y sus respectivos señalamientos. Los trabajos están subidos sin edición de contenidos, cada participante acepta publicarlo en este sitio.
Los Cursos - Talleres atraviesan diversas temáticas que involucran asuntos de género, feminismos, sexualidades, masculinidades, violencia masculina con el objetivo de promover la formación, el intercambio y la reflexión entre profesionales, activistas y estudiantes de diferentes países de América Latina y Europa. Nos interesa visibilizar la labor de diversas personas sensibilizadas en estas causas, para construir a través de los encuentros nuevas preguntas, así como novedosas visiones que inviten a pensar (nos) y a re-pensar (nos), y que a su vez sean un aporte para transformar las desigualdades de género en equidad de género y trascender los prejuicios sociales en torno a cuestiones de raza, clase social, género, identidad (es) de género, orientación sexual, etc.


¡Agradecidxs profundamente a lxs estudiantes que nos permiten ser parte de su formación y nos comparten tan enriquecedores aportes. Sin ellxs este espacio no sería posible!


COMPARTIMOS ALGUNOS DE LOS TRABAJOS REALIZADOS EN LOS 
CURSOS - TALLERES INTERNACIONALES: 

  • VIOLENCIA DE GÉNERO EN LA PUBLICIDAD. 
Coordinado por: Lic. Psic. Stefanía Molina Torterolo (Uruguay).
  • VARONES QUE CONSUMEN MUJERES. 
    Coordinado por: Lic. Psic. Darío Ibarra Casals (Uruguay).
      • DIALOGANDO CON LO INVISIBLE: BISEXUALIDAD (ES).
      Coordinado por: Lic. Daniel Arias Osario (Colombia) - Lic. Psic. Stefanía Molina Torterolo. 
        • MATERNIDAD OBLIGATORIA: UN MANDATO A DECONSTRUIR. 
        Coordinado por: Lic. Psic. Stefanía Molina Torterolo.

        MATERNIDAD OBLIGATORIA: UN MANDATO A DECONSTRUIR.


        Docente: Lic. Psic. Stefanía Molina Torterolo. (Uruguay)

        Período de Cursada: Febrero de 2015 hasta Abril de 2015.

        Objetivo general del Curso: Cuestionar el mandato de la maternidad como destino y misión esencial - natural de toda mujer desde una perspectiva de género, considerando aspectos sociales, culturales, históricos y políticos.
        Analizar y problematizar a la maternidad como una disposición que legitima la esencia femenina y consolida a la categoría social "mujer".
        Enfatizar sobre la importancia de las decisiones de las mujeres en relación a sus cuerpos y subjetividades, encuadrado en un marco de DDHH.
        Trabajar sobre la trascendencia de legitimar la "no - maternidad" como elección.
        Cuestionar los prejuicios sociales en torno a la maternidad y a la no maternidad, así como desnaturalizar concepciones que implican diversos grados de violencia material y simbólica. Se hace necesario de esta forma re -pensar nuestras propias subjetividades como individuxs pertenecientes a una cultura patriarcal.
        Generar estrategias de pensamiento - acción para cuestionar y transformar nuestra forma de abordar la vida cotidiana cargada de preconceptos y mandatos fuertemente arraigados.

        PROGRAMA:
        Semana I – 1er Módulo:
        “Concepciones de Género. La maternidad como construcción cultural”
        • Diversas perspectivas en torno al género
        • La maternidad como construcción cultural en el contexto del siglo XXI y breve historicidad
        Semana II – 2do Módulo:
        “Nociones sobre el cuerpo de las mujeres y sus subjetividades”
        • Lugar otorgado al cuerpo de la mujer
        • Producción de subjetividades denominadas “femeninas”
        Semana III – 3er Módulo
        “La mujer heterosexual como garante de la reproducción humana”
        • La heterosexualidad y la maternidad como instituciones políticas inescindibles.
        Semana IV – 4to Módulo
        “Legitimar la ‘no maternidad’ como elección”
        • La mujer decide sobre su cuerpo y los precios a pagar.
        • Debate sobre el aborto
        • Mujer=Madre. Sinónimos a deconstruir. 


        PROPUESTAS DE TRABAJO FINAL:

        Propuesta 1:

        Realizar una viñeta de la vida de una mujer que no desea ser madre, con detalles que consideren destacables. En base a la historia que hagan deberán analizar lo siguiente:

        ¿Desde dónde nos posicionamos para analizarla?

        ¿Cómo podemos pensar y plantear la situación? Si fuésemos unx amigx, unx vecinx, etc. (Ustedes trabajarán sobre los personajes que crearon).

        De ser necesario ¿qué estrategias y objetivos podríamos plantearnos para intentar producir un cambio?

        Mencionar todos los aspectos que entiendan pertinentes.



        Propuesta 2:

        A - Escribir un texto reflexivo que deconstruya la maternidad como misión esencial de toda mujer. Un texto que legitime la “no – maternidad” como elección.

        B – Escribir un texto reflexivo sobre la (s) maternidad (es) que involucre aspectos históricos de su construcción cultural y social.

        C – Realizar un texto reflexivo que introduzca “nuevas maternidades”, o aquellas que escapan de la norma, en qué sentido pueden cuestionar al sistema dominante, y cuáles serían.


        Dentro de esta propuesta deben elegir uno de los tres puntos, el A, el B o el C.

        La extensión será de, no menos de 5 carillas y no más de 10 carillas.



        Propuesta 3:

        A - Planificar un ciclo de 4 talleres (fundamentados desde un marco teórico) que tenga como fin deconstruir el concepto de mujer, de maternidad, de función materna.

        B – Planificar un ciclo de 4 talleres (fundamentados desde un marco teórico) donde se pueda cuestionar determinadas concepciones en relación a las subjetividades denominadas “femeninas” y al lugar otorgado al cuerpo de “la mujer”

        C – Planificar un ciclo de 4 talleres (fundamentados desde un marco teórico) en el cual se trabaje la maternidad obligatoria y su relación con la heterosexualidad obligatoria, destacando la importancia de pensar sobre estos aspectos tan fuertemente arraigados.

        (Algunos datos para tener en cuenta en el diseño de la propuesta/proyecto: objetivo general, objetivos específicos, población destinataria, tipo y descripción de la actividad, logros esperados, y lo que deseen.)


        Dentro de esta propuesta deben elegir uno de los tres puntos, el A, el B o el C.


        Propuesta 4:

        Seleccionar y analizar un material (audiovisual, literario, filosófico, etc) que consideren pertinente para pensar lo que hemos trabajado en el curso - taller. Fundamentar adecuadamente su importancia y realizar un análisis acorde.
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        TRABAJOS REALIZADOS POR LXS ESTUDIANTES

        Autorxs:
        TEXTO 1: Claudia Cendán Migliozzi (España).
        TEXTO 2: Verónica Goldenberg (Argentina).
        TEXTO 3: María Ximena Viñas (Argentina).
        TEXTO 4: Sonia Beldi Lugris (Argentina).
        TEXTO 5: Verónica Espósito De Angeli (Uruguay).
        COMIC 6: María Martínez Zayas (Argentina).
        TEXTO 7: Mariel Palacios (Uruguay).
        TEXTO 8: Blas Radi (Argentina).
        TEXTO 9: Alicia Isern (Uruguay).
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        TEXTO 1: Claudia Cendán (España).
        Educadora Sexual.

        “NUEVAS MATERNIDADES”
        Curso: Maternidad obligatoria: Un mandato a deconstruir.
        Docente: Lic. Psic. Stefanía Molina Torterolo (Uruguay).
        Claudia Cendán Migliozzi
        Nacionalidad: Uruguaya.
        Residencia actual: A Coruña, Galicia; España.

        “Las madres no escriben, están escritas”, Susan Rubin Suleiman.

        La historia de la literatura está escrita y transmitida por voces masculinas y el mundo se ha leído desde esa perspectiva. Por ello, aún hoy, la rareza, lo anómalo, es la voz de la mujer y la voz de de esa mujer escribiendo como le viene en gana.
        Como afirma Natalia Carrero: la mujer constituye un subgrupo, y la madre otro subgrupo menor. El reflejo del canon literario de signo heteropatriarcal sigue señalando ciertas experiencias como la excepción. Entre ellas, la de la maternidad contada por la voz autónoma de una mujer que se narra a sí misma, rompe mitos y descorre velos. Pero qué pasa con las madres que no se contemplan en estos cánones, que pertenecen biológicamente o psicológicamente al otro sexo? Las visiones de maternidad son privadas, discordantes, puede que chocantes con la idea que la sociedad tiene de “madre”, pero son libres. ¿Ser mujer significa ser madre? La cultura occidental, desde sus orígenes, ha situado la reproducción humana en el cuerpo de las mujeres, utilizándolo como argumento para anular sus capacidades de decisión y autonomía. Ya el primer documento legal conocido, el Código de Hammurabi, condena a la mujer sin hijos al ostracismo, negándola así una existencia fuera de la maternidad. Este binomio mujer-madre se irá reforzando a lo largo del Antiguo Régimen. Durante la Edad Media, la consolidación de la figura de la Virgen María fusionará la mística religiosa con el tradicional desprecio por lo femenino que caracteriza al catolicismo. Este ideal de mujer vaciada de sexualidad se cargará de dolor y sufrimiento, dando lugar a una Mater Dolorosa relegada a la debilidad y a la
        impotencia. A esto, la modernidad añadirá la ideología del contrato, la cual suma al binomio un tercer aspecto: ser la educadora de los hijos. Entregada ahora a las funciones de crianza y sin posibilidad alguna de acceso a la tan ansiada ciudadanía, la mujer-madre moderna quedará recluida en la familia. El movimiento feminista no asistirá impasible a esta imposición reproductiva. Harriet Taylor, cabeza visible del primer feminismo liberal, denunciará en su célebre frase: «Ser mujer no significa ser madre» (Mill y Taylor, 1869/2001:129), la injusta incapacitación que supone ser condenadas al imperativo maternal. Pero será Simone de Beauvoir quien elabore una primera teorización a través del concepto de maternidad forzosa como resultado de las condiciones sociales a las que son sometidas las mujeres: No es posible obligar directamente a la mujer a engendrar: todo lo que se puede hacer es encerrarla en situaciones en las que la maternidad es la única salida para ella (Beauvoir,1949/1986a:121).
        Heredero de esta propuesta, el feminismo socialista de los años 70 se mostrará crítico ante una reproducción que, interpretada en la lógica del materialismo histórico, determina una división sexual del trabajo donde las mujeres son doblemente explotadas: como productoras y como reproductoras.
        A estas teorías se irán añadiendo otras propuestas que comienzan a hablar de un mandato maternal (Russo, 1976) que no sólo condiciona, sino que obliga a todas las mujeres a ser madres a través de sanciones sociales no reconocidas. Frente a estos planteamientos algunas voces críticas reivindicarán la maternidad como elemento fundamental de la identidad y el placer femeninos. Especialmente desde el feminismo francés e italiano, se reclamará la recuperación de una madre ancestral, poderosa y fecunda, frente a una maternidad sometida a los dictámenes del patriarcado. En este sentido, el debate sobre la existencia o no de un matriarcado original ‒ basado en un poder femenino arrebatado en un momento determinado por los hombres ‒ será determinante a la hora de definir la maternidad como esencia o como imposición social. La maternidad como deber, y no como deseo, es la hipótesis de partida que aquí se plantea, y a partir de la cual se propone indagar sobre una lógica de consumo que, basada en la satisfacción individual, la competencia y la obtención de gratificación a través del estatus, consolida el binomio mujer-madre históricamente impuesto.
        En este escenario el fenómeno de la no maternidad juega un papel fundamental al asegurar que todas aquellas mujeres que hasta ahora quedaban fuera del mandato: solteras, infértiles y lesbianas, principalmente, lo acaten a través de su reformulación como consumidoras. Por lo tanto, la categoría de no maternidad queda delimitada por la participación en el mercado reproductivo sea cual sea la fórmula: adopción nacional o internacional, acogimiento, fertilización asistida con o sin donante, fecundación in vitro, autofecundación, etc. De manera que frente al concepto de maternidad clásica, aquella que cumple con los tres requisitos históricamente exigidos: fertilidad, heterosexualidad y pareja, con la finalidad de reafirmar la idea de que todas las mujeres, por más que se alejen de los postulados esenciales, son esencialmente madres.El establecimiento de este comercio reproductivo coincide, y no de manera fortuita, con una serie de cambios emancipatorios para las mujeres ‒ como la legalización del aborto ‒ que desestabilizan el binomio mujer-madre. Es precisamente ante esta resistencia frente al control sobre del cuerpo, y por lo tanto sobre la
        capacidad de decisión de las mujeres, cuando el discurso dominante se refuerza, redefiniendo la maternidad a través de la recuperación de la «naturaleza femenina» ilustrada. Es en este contexto en el que renace sin dificultad la «naturaleza» rousseauniana, sustitutiva de la voluntad divina premoderna, cuyas leyes incuestionables condenan a las mujeres al sometimiento y la sujeción.
        Hoy por hoy, una «madre natural» posmoderna se va imponiendo como producto deseable en una ideología que resucita el «instinto maternal» basado ahora en el vínculo con el hijo que, al tiempo que satisface el ideal narcisístico de consumo, ensalza a la madre como máxima responsable de la felicidad de la infancia y por tanto de la humanidad.
        Ante la amenaza que de satisfacer tales expectativas la «buena madre» tendrá la obligación de asegurar el bienestar del hijo y, para ello entregarse en cuerpo y alma a su cuidado.
        La imposición de este deseo «natural» se instaura con facilidad en una sociedad como la nuestra en la que el discurso religioso y el científico se fusionan en el objetivo común de presentar la reproducción como destino ineludible de todas las mujeres. A esto se unen unos poderes públicos que, ante los problemas de natalidad que ponen en peligro la sostenibilidad del sistema, consolidan los roles de género a través de sus políticas familiaristas. No es extraño que ante este escenario nos encontremos con una generación de mujeres jóvenes que, si bien rechazan las prácticas de discriminación y violencia de épocas anteriores, asumen sin resistencia los roles reproductivos heredados de sus madres o mejor dicho de quienes ejercen ese rol en las familias.
        No para de crecer el porcentaje de mujeres y varones que no tienen hijas/os. Estos son los datos, pero es complicado saber qué parte de la infecundidad es elegida conscientemente, cuál es debida a problemas de fertilidad o a un retraso de la maternidad que termina como infecundidad no elegida.
        “La persona humana es sexuada, y que lo que permite el desarrollo de un sujeto de género masculino no siempre es suficiente para el desarrollo de un sujeto de género femenino. Una vez conquistado el derecho a no ser madres, nos queda conquistar el derecho a serlo sin perdernos en el camino.”
        Es verdad que para la mayoria de nuestras madres y abuelas, y para un inmenso número de mujeres y hombres hoy en día el cuidado de los hijos no es una opción sino una obligación. “Muchas feministas reivindican firmemente su derecho a no ser madres, y denuncian que en la sociedad actual sigue viva la ideología que equipara el ser mujer con el ser madre y presiona a las mujeres para que seamos madres antes que ninguna otra cosa. Pero es una trampa sacar la conclusión de que el cuidado el siempre una carga desagradable de la que debemos intentar deshacernos. Es cierto que hay que preguntarse por qué las mujeres sí y los hombres no, pero no vale hacerse la pregunta dando por supuesto que las mujeres perdemos y los hombres ganan, que nosotras nos sometemos y ellos eligen”.
        La maternidad representa un gran poder por otra parte, recuperar la identidad de mujer-madre, su importancia y trascendencia, las satisfacciones que ofrece, el gran crecimiento personal que puede implicar es la gran asignatura pendiente.
        La dureza de la maternidad en el mundo moderno: con ausencia de la gran familia, de la comunidad, con estructuras laborales anti-niño y anti-madre, la soledad de los niños, las presiones para que hagamos la elección “correcta”: trabaja, consigue, trepa, logra, disfruta, goza, sigue con tu vida y no compliques en cosas de niños que no te van a reportar nada bueno.
        La sociedad y nosotras mismas hemos fijado nuestra identidad “fuera de casa”, una gran e irrenunciable conquista, pero hemos infravalorado hasta el repudio el espacio dentro de casa y allí perdemos una parte importante de nuestra identidad. “En lo que refiere a la conciliación vida profesional-CRIANZA muchas feministas han visto a la maternidad como fuente de opresión y sufrimiento, pero en lugar de luchar y denunciar este hecho, han preferido dar la espalda a la maternidad, confundiendo, tal vez, los problemas que entraña la maternidad en una sociedad como la nuestra con problemas propios de la maternidad”
        Quizá muchas mujeres que hoy en día deciden ser madres solteras, ó madres a una edad avanzada ó que expresan su desencanto con la realidad del éxito profesional y las promesas del feminismo, volcándose en cuerpo y alma en la crianza, se hayan dado cuenta de que nos hemos dejado engañar demasiado tiempo por un
        desproporcionado predominio del trabajo y lo económico en nuestras vidas.
        “Es fundamental luchar contra la maternidad como imposición, y es fundamental también luchar por conseguir unas condiciones sociales decentes en las que poder tener hijos, cuidarlos y quererlos sin que eso suponga sufrir como una mula y vivir en algo parecido a un arresto domiciliario; unas condiciones sociales que no pongan a la madre entre la espada y la pared, haciéndole tantas veces sacrificar totalmente su bienestar por el de sus hijos o, algunas veces, viceversa.”
        En cuanto a la reivindicación de los derechos reproductivos del feminismo, siempre se han entendido únicamente desde el punto de vista de la anticoncepción para evitar ser madre. Nunca se ha tenido en cuenta que los derechos reproductivos también incluyen el derecho a tener el número de hijos que se desea, realidad que hoy no se cumple dada la diferencia entre hijos deseados y efectivamente nacidos. La historiadora Yvonne Knibiehler afirma que la verdadera liberación de la mujer pasa por la defensa de la función materna.
        Y la británica Alison Wolf sostiene que, detrás de una supuesta reivindicación de todas las mujeres, el feminismo “traicionó” a las madres. “Personalmente, nunca me pareció lindo estar embarazada ni dar a luz. Lo que sí me pareció milagroso es el encuentro con ese pequeño ser que, desde las primeras horas de su vida, expresa cuán humano es. En eso disentí mucho tiempo con Simone de Beauvoir quien, en El Segundo Sexo, define la maternidad como un obstáculo a la vocación humana de trascendencia. Yo soy una hembra mamífera, sin duda, pero no soy un animal. Y mi relación con los hijos que traigo al mundo también está hecha de inteligencia, lo que abre precisamente la posibilidad de una superación, de una trascendencia”
        Las maternidades lesbianas y las nuevas parentalidades en general constituyen casos muy diferentes según el espacio político, social y sobre todo jurídico en el que surgen.
        Este contexto jurídico que rodea a las maternidades lesbianas puede ser resumido en: disponer de la posibilidad legal de matrimonio y de adopción; poder ser en determinadas circunstancias ambas progenitoras de un/a niño/a; y el recurso legal a la inseminación artificial –incluso en ocasiones recurrir a la sanidad pública para someterse a ello. La diversidad de experiencias y formas de acceso a la relación paterno-filial, y desde su uso se pretende abordar las variaciones respecto a las figuras parentales de padre y madre complementarias e inherentes a la familia nuclear heterosexual, mostrando las diversas experiencias de ejercer, experimentar y percibir la relación filial. Las homoparentalidades, las maternidades en solitario, las coparentalidades y las adopciones.
        Hoy existe cierta demanda social de que se exprese públicamente esa decisión ¿Uds.para cuando? y ¿no os animáis? Son preguntas que si bien pueden considerarse impertinentes tienen sentido y responden a un apremio social de decidir sobre esa cuestión, en la que los hijos van considerándose como un “proyecto”. Si bien es claro que en este contexto de libertad de elegir es legítimo elegir no tener hijos, es cierto también que la decisión en sentido negativo debe ser socialmente justificada. Todas estas cuestiones que en el pasado parecían concernir exclusivamente a las personas en pareja heterosexual pueden estar extendiéndose actualmente y probablemente, las parejas lesbianas, en la medida en que pueden ser madres, pueden sentirse interpeladas respecto a esta cuestión. Así podemos decir que de forma similar a lo que pasó con la maternidad que pasó de ser un destino a una elección para las mujeres, en el caso de las mujeres lesbianas se ha pasado de estar destinadas a no ser madres, a la demanda de elección respecto a la maternidad.
        No se trata aquí de opinar si la maternidad es buena o mala, sino simplemente de llamar la atención sobre el hecho de que estamos ante una institución tan inscrita en nuestra organización social y en nuestra subjetividad que no admite ni un sólo discurso contrario, aun cuando fuera minoritario.
        No puede ser que de una experiencia humana con esa capacidad tan poderosa para cambiar la vida de cualquier mujer no existan apenas discursos negativos, aunque sólo sea porque la pluralidad de puntos de vista es lo esperable siempre ante cualquier asunto complejo. Y sin embargo, aquí no hay diferentes puntos de vista o los puntos de vista negativos no se hacen visibles. Lo cierto es que no existe ninguna otra institución social que goce de ese mismo índice de aceptación y ausencia de crítica; y esto tiene que dar que pensar. Es cierto que cuando hablamos del derecho al aborto o de los derechos reproductivos, estamos asumiendo que esto incluye el derecho a no tener ningún hijo, pero se trata de algo que queda implícito, que se supone, pero no es
        un derecho que se explicite y mucho menos que se visibilice culturalmente no sólo en pie de igualdad, sino siquiera con algún rasgo positivo, como discurso alternativo a los discursos maternales hegemónicos. El único discurso negativo sobre la maternidad que se permite es el de la mala madre, la madre perversa, la que no quiere a sus hijos/as, la que los maltrata. Y el discurso sobre la mala madre no sirve sino para potenciar y prescribir un tipo de maternidad, precisamente la contraria, la que ejerce la buena madre. Porque la mala madre es la peor imagen que cualquier cultura reserva para algunas mujeres, las peores; nadie quiere ocupar ese lugar. No ser madre es una elección personal al alcance de muy pocas mujeres y varones en el mundo y se sigue llevando con discreción, casi en soledad, y sobre la que siguen recayendo sanciones sociales. La no-madre se pasará la vida contestando a preguntas que dan por hecho que lo normal es elegir ser madre. Pero aun cuando ese margen de elección sea muy estrecho, hay otra cuestión aún más prohibida: la de ser madre y arrepentirse. Existen múltiples barreras psicológicas y sociales para poder expresar algo como eso, para
        poder expresárselo incluso a una misma. La madre que lo es y se arrepiente de esa elección jamás lo confesará. Reconocerse arrepentida de la maternidad es lo mismo que reconocer que no se quiere a los hijos, o que no se les quiere lo bastante y ahí, de nuevo se entra en la categoría de mala madre. Y sin embargo, la maternidad es una experiencia tan determinante en la vida de cualquier mujer o varon que, por supuesto, cabe la posibilidad de arrepentirse o de pensar que de haber conocido lo que verdaderamente significaba ser madre, se hubiera escogido no serlo. Y esto puede pensarse aún incluso queriendo a los propios hijos, o queriéndoles mucho, no es contradictorio. Asimismo cada vez son más las mujeres y hombres que deciden formar una familia por sí mismas/os, sin necesidad de tener una pareja. Muchas de ellas y ellos eligen su condición de madres solas y a otras son las circunstancias las que las han llevado a formar una familia ellas solas y solos.
        Por otra parte el concepto de maternidad, excesivamente encerrado en una idea de familia inflexible y única, es decir, la familia nuclear compuesta por un hombre, una mujer y los hijos e hijas de ambos; plantea hablar de “otras” madres, aportando reflexiones en torno a modelos de maternidad diferentes que enriquezcan el estudio de la familia; la sexualidad homosexual es compatible con la capacidad de criar y educar a un/a niño/a.

        Biografía:
        • http://balbinajimenez.blogspot.com.es/2013/06/las-nuevas-maternidades-lasnuevas.
        • http://ddd.uab.cat/pub/grafowp/grafowp_a2014m1n3/grafowp_a2014m1n3p6.pdf
        • http://www.elbebe.com/familia/madres-solas-y-figura-del-padre-ausente
        • http://www.ciimu.org/webs/foruminternacional/pdf_cast_abstract/imaz.pdf
        • http://www.pikaramagazine.com/2014/02/construyendo-un-discursoantimaternal/# sthash.Mp9GDS4S.dpuf
        • http://balbinajimenez.blogspot.com.es/2013/06/las-nuevas-maternidades-lasnuevas.
        • http://ddd.uab.cat/pub/grafowp/grafowp_a2014m1n3/grafowp_a2014m1n3p6.pdf
        • http://ddd.uab.cat/pub/papers/02102862n69/02102862n69p59.pdf
        • http://www.ugr.es/~pwlac/G22_23Agueda_Gomez-Marinella_Miano.html
        • http://sifp1.psico.edu.uy/sites/default/files/Trabajos%20finales/%20Archivos/trabajo_final_-_stefania_molina_torterolo.pdf
        • http://www.aperturas.org/articulos.php?id=202
        • http://www.fuhem.es/media/cdv/file/biblioteca/Boletin_ECOS/10/verde_que_te_quiero_ violeta.pdf
        • http://ve.umh.es/blogs/sieg/Web-NO%20TOCAR/PUBLICACIONES/Nuevos %20modelos%20de%20familia/Nuevos%20modelos%20de%20familia.pdf
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        TEXTO 2: Verónica Goldenberg (Argentina).
        Estudiante de Psicología. 

        Nombre y apellido: Verónica Goldenberg
        Nacionalidad: argentina
        Título del trabajo:
        “Mujer no se nace”: un comentario crítico a la sociedad heterocapitalista actual y sus mandatos

        Nombre del curso: “Maternidad obligatoria: un mandato a deconstruir”
        Nombre de la docente: Lic. Stefanía Molina.

        Mujer no se nace: un comentario crítico a la sociedad heterocapitalista actual y sus mandatos.
        Verónica Goldenberg

        Escribir un texto que sea producto final del curso “Maternidad obligatoria: un mandato a deconstruir” me moviliza a cuestionarme acerca de ciertos preconceptos epocales que nos atraviesan, nos configuran, nos determinan “el gusto”, “la percepción”, a través del cual miramos el mundo. Mi recorrido va circulando por estas preguntas: ¿Qué es “ser mujer”? ¿hay algo a lo que atribuirle “ser mujer”? ¿qué conjunto de significados se atribuye al concepto mujer? ¿cómo se construye el concepto “mujer” ¿qué ha sido “ser mujer” a lo largo de la historia? ¿qué es hoy “ser mujer”? ¿cuáles son las funciones designadas a los cuerpos de ”mujeres”? ¿en qué sentido le sirve al heterocapitalismo la maternidad obligatoria? ¿qué es la maternidad? ¿qué funciones se cumplen? ¿existen formas de combatir este mandato socio-económico?
        En principio, lejos de poder responder a todos estos cuestionamientos, pretendo dejar en claro ciertas cuestiones e ideas que considero pertinentes al asunto. La categoria “mujer” es un constructo social con funciones y significados atribuidos que se justifican por los esencialismos biologicistas, las doctrinas psicológicas, el discurso médico hegemónico, el mercado económico capitalista que regula los intercambios entre los cuerpos, controla la definición y rotulación sobre lo que se “es” y que, a consecuencia, necesita reproducirse para sobrevivir.
        Quiero decir, ¿qué hace que un cuerpo sea considerado el de una “mujer” o de su par antitético en el binomio “hombre”? Si la respuesta son sus genitales y/o hormonas, entonces cómo podemos pensar la situación en la cual una persona puede modificar su “realidad biológica” en la ingesta de hormonas o bien accediendo a cirugias tales como la vaginoplastía, entre otras tecnologías. Si la utilización de una o más de estas tecnicas supone la plasticidad sexual es entonces cuando aprendemos que la biología no es un destino a priori.
        En relación a lo antes dicho, es la producción de sentido y la construcción de diques sociales en los que emergen estas categorías discursivas. Categorías discusivas que poseen su correlato práctico de producción, las cuales estan atravesadas y generadas a partir de la cultura, la economía, la política, los distintos saberes científicos. Estos van delineando lo que es “ser mujer” y lo que no.
        Pienso en una persona que entrevisté como residente de psicología, en la cual un sujeto deseaba hacer su cambio de “sexo” debido a que quería ser mamá de sus hijos, y la “mamá” que le habían enseñado a ser. Sin cuestionar en lo absoluto su derecho a ejerer sobre su cuerpo sus deseos, es interesante pensar su pensamiento sobre la situación, ya que no podía percibirse como una mamá con pene, sino “una mujer al modo de Florencia de la V.”, es decir, una mamá incluida en el sistema politico hegemónico: la heterosexualidad. Una adecuación al sistema heterocapitalista que nos plantea la heterosexualidad obligatoria. Por supuesto este es uno de los casos, entre muchos otros que plantean la disidencia sexual y la revolución y destruccón de las categorías establecidas como es el caso de ”mujeres con pene” o la creación de otras categorias como personas trans, travestis, transgénero.
        Me parece interesante rescatar dos conceptos claves vertidos en el texto de Monique Wittig: “El pensamiento heterosexual”. Por un lado, la idea de que mujer no se nace; y por otro, la consideración de “la heterosexualidad no como una institución sino como un régimen político que se basa en la sumisión y la apropiación de las mujeres” (Wittig: 1992)
        El texto de Monique Wittig es una máquina de disparar balas linguísticas que sanjan y destrozan construcciones sociales naturalizadas y establecidas. En la imbrincación complementaria que propone como necesaria entre la teoría y la política, aparece la idea de que las lesbianas no somos mujeres, condensando así gran parte de su pensamiento, y permite elocubrar la interrelación entre "maternidad obligatoria" y "heterosexualidad obligatoria".
        En este sentido, el binomio hombre-mujer como construcciones culturales, históricas y sociales en las que se define que es "ser" una cosa y "no-ser" otra. Pensar qué es lo hace asignable la categoría "mujer" a un cuerpo determinado. Desde cierto recorte biologiista existen órganos sexuales y hormonas que dan cuenta de diferencias anatómicas. Ahora bien, por otro lado aparece el aparato represor-policial y de control sobre lo que es lo femenino, lo masculino, o el ser hombre o ser mujer. El control policial sobre los cuerpos es una de las herramientas con las que cuenta el sistema heterocapitalista. Este control regula y determina social y culturalmente que es significado como perteneciente a “la mujer” o no. Por eso, la heterosexualidad obligatoria puede verse como un regimen institucional-político que funciona de maravillas en todos los ambitos, y en correlación con ello, los deberes y obligaciones de sus usuarios: maternidad obligatoria. Alguien que se precie de ser mujer debe en un lapso no mayor a los 35-40 años reproducirse a sí mismo y al propio sistema heterocapitalista:
        "Algunos códigos semiótico-técnicos de la feminidad pertenecientes a la ecología política farmacopornográfica:
        Mujercitas, el coraje de las madres, la píldora, cóctel hipercargado de estrógenos y progesterona, el honor de las vírgenes; La bella durmiente, la bulimia, el deseo de un hijo, la vergüenza de la desfloración; La sirenita, el silencio frente a la violación; Cenicienta, la inmoralidad última del aborto, los pastelitos, saber hacer una buena mamada, el Lexomil, la vergüenza de no haberlo hecho todavía; Lo que el viento se llevó, decir no cuando quieres decir sí, quedarse en casa, tener manos pequeñas, los zapatitos de Audrey Hephurn, la codeína, el cuidado del cabello, la moda, decir sí cuando quieres decir no, la anorexia, el secreto de saber que quien te gusta realmente es tu amiga, el miedo a envejecer, la necesidad constante de estar a dieta, el imperativo de la belleza, la cleptomanía, la compasión, la cocina, la sensualidad desesperada de Marilyn Monroe, no hacer ruido al pasar, no hacer ruido al comer, no hacer ruido, el algodón inmaculado y cancerígeno del Tampax, la certitud de la maternidad como lazo natural, no saber gritar, no saber pegar, no saber matar, no saber mucho de casi nada o saber mucho pero no poder afirmarlo, saber esperar, la elegancia discreta de Lady Di, el Prozac, el miedo a ser una perra calentona, el Valium, la necesidad del string, saber contenerse, dejarse dar por el culo cuando hace falta, resignarse, la depilación justa del pubis, la depresión, la seda, las bolsitas de lavanda que huelen bien, la sonrisa, la momificación en vida del rostro liso de la juventud, el amor antes que el sexo, el cáncer de mama, ser una mantenida, que tu marido te deje por una más joven…" (PRECIADO: 2008)
        Es interesante pensar desde la construcción teórica que realiza Wittig sobre la idea de género, como elemento donde el feminismo pone el acento pero que no alcaza a cuestionar. Wittig problematiza un punto fundamental que el feminismo nunca había criticado: la heterosexualidad, concebida ésta como un régimen político y no meramente como una sexualidad. La innovación es que focaliza en una critica de lo que hasta ese momento se había considerado como patriarcado, es decir como un sistema ideológico de dominanción de la clase de los hombres por sobre la clase de las mujeres. En este planteo no se cuestionan las categorías de “hombre” y “mujer”. Solo la destruccion de las categorias vigentes puede conducir a un cambio real. No es el reemplazo, dice, de “mujer” por “lesbiana” sino de utilizar la posición estrategica para abolir el sistema heterosexual. No se busca la transgresión sino la supresión completa de las categorias de género y de sexo, ya que han sido ellas las que regulan y forman nuestros conceptos, las leyes, las instituciones, la cultura y la historia.
        Una de las funciones específicas, esperadas y naturalizadas para “la mujer” es la maternidad obligatoria. Para los cuerpos catalogados como “mujeres” es un mandato social imperante que se reproduce desde todos los discursos que nos rodean, como así de discursos y prácticas que se ejercen y que ejercemos y que al mismo tiempo nos edifican. Son mandatos internalizados y justificados a partir de distintos campos del saber: por ejemplo: el psicoanálisis y todo su desarrollo sobre la sexualidad infantil, diferenciando “a la niñita” y “al varoncito” en su desarrollo; o por ejemplo: la teorización acerca de la función materna y la función paterna.
        Mandatos hacia “la mujer”: depílate!, sé modocita!, no tengas relaciones sexuales por placer, vincúlate con toda la esfera emocional (esa es la que te pertenece), crea una familia, reprodúcete (ni se te ocurra ser “la tía solterona” o la “lesbiana fmeinista marimacho”), mantente en forma, agrada, gusta, seduce, sé un objeto de estimulación para el hombre, entre muchísimos otros.
        ¿de qué modo podríamos comenzar a deconstruir estos mandatos? Considero oportuno recuperar ciertos conceptos foucaultianos vertidos en tecnologías del yo. Es imprescindible elaborar y ejecutar micro-políticas de poder y acción que se cristalicen en nuestros propios cuerpos. Es decir, utilizar nuestro cuerpo como instrumento de combate privilegiado frente a un sistema hetero-capitalista de opresión.
        Plantear una posible autonomía y liberación frente a este sistema, puede ser partiendo del empoderamiento y las tecnologías de gobierno que plantea Michel Foucault en su texto “Tecnologías de sí”. En el mismo se plantea la siguiente pregunta: “¿Es acaso posible la libertad en una sociedad con tales características?” Da cuenta de que el desafío consiste en pensar de otro modo, lo cual es una condición para la creación de la libertad. No se trata de un mero deporte intelectual. Pensar de otro modo, supone rechazar a priori cualquier supuesta verdad universal y sustituirla por aprioris históricos (Foucault: 1988).
        Para concluir, existe una delicada línea entre mirar nuestros atravesamientos de significado y nuestras consecuentes prácticas, revisarlas, criticarlas y modificarlas; y mirar hacia un costado y seguir funcionando en el sistema. Supone a pérdida de nuestra autonomía y la perpetuación de un sistema opresor donde no nos alcanza con desnaturalizar los mandatos.


        Bibliografía
        • Foucault Michel, Tecnologías del yo, Barcelona: Ed. Paidós, 1988 
        • Preciado B., Testo Yonqui. Sexo, drogas y biopolítica, Cuidad autónoma de Bs.as: Paidós, 2014 
        • Wittig Monique, El pensamiento heterosexual y otros ensayos, Barcelona: de. Egales, 2006 

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        TEXTO 3: María Ximena Viñas (Argentina).
        Licenciada en Psicología. 

        La maternidad como construcción social: entre lo social y lo personal” 
        María Ximena Viñas
        Argentina 
        Nombre del curso: “Maternidad obligatoria: un mandato a deconstruir” 
        Nombre de la docente: Lic. Stefanía Molina Torterolo


        La maternidad como construcción social: entre lo social y lo personal
        Plantear el tema de la maternidad implica reconocer un entretejido de aspectos biológicos, sociales, culturales, subjetivos, simbólicos e históricos difíciles de aislar. Involucra retomar debates clásicos y explorar las diferentes dimensiones teniendo en cuenta el contexto cultural. Entender que la manera de concebirla (como instinto, natural, como imposición, como núcleo identitario de ser mujer) es resultado de un bagaje donde convergen diversos discursos que conforman diversidad de significados y prácticas. Partiendo de la idea de que no hay nada de naturaleza en lo social, (Wittig,    1992), este texto pretende explorar algunos elementos que dan cuenta de la maternidad construida, idealizada, como deber ser.
        La maternidad, define Palomar (2004), “lejos de ser sólo un hecho natural, es una construcción cultural multideterminada, definida y organizada por normas que se desprenden de las necesidades de un grupo social específico y de una época definida de su historia, conformando un fenómeno cruzado por discursos y prácticas sociales condensados en un imaginario complejo y poderoso que al mismo tiempo produce y resulta del género” (Palomar, 2004: 310). En este sentido, la construcción histórica de la maternidad equivalente a la reproducción de la especie y como único sentido es, en palabras de Silvia Tubert (1996), una doble falacia, ya que la categoría de madre no agota a la mujer y la maternidad no incluye la totalidad de la reproducción. Este posicionamiento destaca que la maternidad es una función construida como natural y necesaria para un orden cultural y contingente. 
        En líneas generales, la crítica desde el feminismo se dirige a cuestionar y deconstruir lo que ha sido asociado históricamente como un evento incuestionable al hecho de ser mujer, respondiendo a una normativa, donde se espera que las mujeres se conviertan en madres a una cierta edad y bajo circunstancias como una relación heterosexual, monógama e institucionalizada. Se critica no solamente la liga de la maternidad como núcleo de identidad de la mujer sino el hecho de que proporciona un ideal común para todas las mujeres (Salleti, 2008). En otras palabras, la maternidad como institución se relaciona con otras instituciones como la monogamia y la heterosexualidad. Estas son instituciones producto de una construcción cultural que impone a las mujeres formas monolíticas de vivir y entender sus cuerpos. Al respecto dice Monique Wittig (1992) que la monogamia más que un precepto moral de la vida cotidiana es un aspecto crucial de la organización de la sociedad de clases. Monogamia, heterosexualidad y maternidad van de la mano. Son condiciones unas de las otras y conforman exclusiones, modos de ser, de vivir.
        Lagarde (2001), continúa con esta crítica en relación con la sexualidad, definida como “un complejo de fenómenos bio-psico-sociales que incluyen a los individuos, grupos y a las relaciones sociales, a las instituciones, y a las concepciones del mundo sistemas de representaciones, simbolismo, subjetividad, éticas diversas, lenguajes-, y desde luego al poder” (Lagarde, 2001: 22). La sexualidad como un complejo cultural que trasciende al individuo y el cuerpo, organiza la vida de los sujetos y las sociedades. En este sentido, según la autora, la sexualidad de las mujeres se ha configurado como un espacio para otros, de procreación y erotismo. En un trabajo donde teoriza sobre los principales estereotipos sociales y culturales que sintetizan las relaciones entre género, sexualidad y el poder, define a las madresposas. Según la autora, la maternidad es un hecho que pasa por el cuerpo y por lo tanto implica, en términos sociales, una relación de sometimiento donde las mujeres ponen en primer plano el cuidado de otros.
         Un elemento importante, también identificado por Lagarde, que perpetúa la idea del esencialismo y que en algunas culturas es parte medular del imaginario social de la maternidad es el instinto y el amor maternal. Las teóricas que se dedicaron a cuestionar la universalidad, generaron aportes importantes. Desde la antropología, Margaret Mead (1969) analizó las formas de ejercer la maternidad en diferentes culturas, donde describe que el cuidado y la crianza de los hijos o hijas difieren significativamente entre estas. Elizabeth Badinter, (1980) es reconocida por su investigación respecto al amor y al instinto maternal. Lo importante de su aporte consiste en argumentar la adquisición del amor en contraste a un hecho innato. Discute esta idea enfatizando la influencia de la presión social y otorga al instinto que sostiene al amor maternal la cualidad de mito, pues no se puede hablar de una conducta universal y necesaria de la madre sino de variedad de sentimientos de acuerdo con la cultura, su historia personal sus ambiciones y frustraciones (Salleti, 2008). La reflexión en este sentido apunta a desenmascarar un mito que parece establecer una sola actitud maternal y un solo deseo en la vida de una mujer. Una crítica más profunda sostiene que este amor maternal instintivo se conforma como una exigencia social, donde la moral y los valores sociales tienen un peso importante. La idea expresada de manera simple sostiene que no puede existir una sola manera ser madre como para que pueda hablarse de instinto o de actitud maternal en sí (Badinter, 1980).
        Silvia Tubert (1996) realiza un llamado a distinguir entre la maternidad como institución y el cuidado de los hijos y las hijas. De esta manera, es importante distinguir entre los discursos dominantes. Torres (2005) identifica algunos discursos en el ejercicio de la maternidad y las prácticas reproductivas donde destaca el médico, el cultural y el jurídico. Estos discursos que forman y estructuran subjetividades tienen su tryectoria histórica que parece validarlos como verdades universales. Entre ellos se destaca el discurso de la medicina, que da cuenta de procesos anatómicos del cuerpo de la mujer como objeto de análisis, exploración y experimentación. Asimismo, desde lo cultural se asocia a la maternidad con cualidades como el sacrificio, la abnegación y la ternura, alimentando un ideal maternal que como cualquier ideal es de carácter inalcanzable y que en la experiencia resulta en culpa. Coexiste también un discurso jurídico que protege al óvulo fecundado y entre otras cosas, penaliza el aborto. A decir de la autora, estos discursos, siempre cambiantes, continúan reflejando un proceso de enajenación donde el cuerpo de la mujer no es totalmente de su pertenencia.
        Algunas autoras que teorizaron sobre este tema identifican procesos históricos que ayudan a entender el modo en que se han conformado las ideologías sobre la maternidad. Norma Fuller (1995) se basa en trabajos etnográficos y datos históricos para sostener que la valorización de la figura materna en las sociedades latinoamericanas también es parte de un proceso histórico. Uno de los procesos más significativos e influyentes que acompaña la exaltación de la figura materna es la separación de las actividades productivas, políticas, sociales y la conformación de la familia burguesa. La misma autora lo define como una exclusión de las fuentes de poder, recursos y prestigio acompañado de un interés por el control de la reproducción. La división de la esfera entre lo público y lo privado integrado a la modificación de las actividades económicas consolida espacios, funciones y expectativas para el la mujer y el hombre.
        Sharon Hays (1998) en el contexto estadounidense, conceptualiza las ideas sobre las exigencias de la crianza adecuada, el papel del niño o niña y de la madre, en un modelo que denominó maternidad intensiva. Este modelo cultural señala que los niños y las niñas son inocentes y que la crianza debería estar centrada en sus necesidades y ser cumplida por las madres. Si bien esta noción no agota las explicaciones de algo tan complejo y diverso considero importante rescatar el análisis que la autora realiza identificando las piezas que conforman esta ideología. La intensificación de la crianza infantil es resultado de por lo menos dos procesos claves: el lugar histórico que ha ocupado la niñez y el papel de la ciencia.
        La evolución en la manera de pensar a los niños y las niñas se ha modificado de la ignorancia que caracterizaba a las sociedades occidentales de la edad media a pensarla como una etapa crucial en la vida de las personas, a ser concebidos como seres inocentes que debían ser educados en su moral y principalmente guiados por los valores de la biblia. En este proceso que es mucho más amplio y difiere según el contexto, la crianza se transforma en una función noble, puesto que es el comienzo de la formación de buenos ciudadanos, buenos cristianos, trabajadores, etc; y la madre la figura principal para realizar esta tarea (Hays, 1998)
        Con el desarrollo de las teorías de la maternidad, a finales del siglo XIX, comienza otro fenómeno que modifica las ideologías sobre la maternidad y la crianza. Las disciplinas como la psicología tuvieron un papel importante en este proceso, especialmente  sobre el desarrollo psicológico y cognitivo, que se acoplaron a la idea que centra la atención en las necesidades de los niños y niñas conformando lineamientos sobre la crianza. Asimismo, fomentaron la idea de que las madres eran necesarias para el desarrollo de sus hijos e hijas, una madre estable psicológicamente que previene ansiedades y miedos describe una función instrumental de la maternidad (Everingham, 1997).
        Alrededor de la manera como se representa la maternidad, se tejen imágenes, ideales y atributos que van conformando identidades y estereotipos que funcionan como mandatos de cómo se piensa la maternidad. Así surgen los juicios de cómo debería ejercerse y quienes deberían hacerlo. Sin intenciones de generar categorías estáticas se identifica a “Las buenas madres” por el sacrificio, la protección, la entrega a la función materna, a quienes son atribuidas grandes cualidades (Palomar, 2004). En la otra cara de la moneda, “las malas madres” aquellas que no cumplen con los mandatos o exigencias, quienes no demuestran deseo o amor maternal, aquellas que se alejan de los estándares legitimados por discursos como el médico y el jurídico (Palomar y Suarez, 2007).
        Como función social el terreno de la maternidad se encuentra cargado de exigencias, aspiraciones, idealizaciones que se viven, muchas veces, en lo subjetivo de manera tensa y conflictiva (Sanhueza, 2005). En este sentido la maternidad, si bien está condicionada por aspectos sociales, culturales y construcciones dominantes es también experiencia por lo que es necesario contextualizar en las historias personales.
        Lejos de ser sólo una función, una imposición o un hecho natural en el deseo de ser madre y en el ejercicio de la maternidad las mujeres no son entes pasivos. Es en la interacción diaria con los hijos y las hijas, con otras madres y con su historia personal que las mujeres creamos significados culturales. El ejercicio de la maternidad es mucho más que una función instrumental donde se satisfacen necesidades infantiles y se aplican creencias y valores impuestos, es un proceso donde se construyen activamente significados y formas de subjetividad (Everingham 1997).
        La forma de vivir la maternidad, el deseo de ser madre y el amor materno no puede unificarse, ni reducirse. No existe una medida común para todas las mujeres sino diferencias individuales con respecto a lo que se puede desear, sentir y hacer. Más allá de ser sólo una función, la maternidad es una experiencia en sí misma, diversa, que se mantiene en el plano de lo íntimo, lo personal y lo social (Long, 2009). Apuntamos entonces a entender y sostener que la maternidad como es entendida desde los discursos que la estructuran tienen un origen, una razón de ser y son de carácter opresor. Por lo tanto, es urgente hablar de maternidades, cuestionando su relación con la heterosexualidad, la familia, discutir su esencialismo, ya que no es una obligación, ni un destino, sino una posibilidad.
          
        Bibliografía
        •  Badinter, E. 1981. ¿Existe el amor maternal? España. Paidos.
        • Everingham, C., 1997. Maternidad: Autonomía y dependencia. Un estudio desde la psicología. Narcea: Madrid.
        • Fulller, N. (2005) Identidad femenina y maternidad: una relación incómoda. Universidad de Perú. 
        • Hays, S 1998. Las contradicciones culturales de la maternidad. Paidós: Barcelona.
        • Lagarde, M., 1990. Los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas.
        • Long, C. 2009. Contradicting maternity: HIV-positive motherhood in South Africa. Johannesburg: Wits University Press.
        • Mead,M. 1962. "A Cultural Anthropologist`s Approach to Maternal Deprivation" en Mary D Ainsworth, R. B. Andry, Robert G. Garlow, S. Lebovivi, Dane G. Prugh y Bárbara Wootton (comps.), Deprivation of Maternal Care: a Reassessments of its effects. Ginebra, Organización Mundial de la Salud, pp.45-62
        • Palomar, C. 2004. “Malas madres”: La construcción social de la maternidad. El debate feminista, 15, pp.12–34.
        • Saletti, L. 2008. Propuestas teóricas feministas en relación al concepto de maternidad. Clepsydra, 7, pp.169–183.
        • Sanhueza, M. 2005. De prácticas y significancias en la maternidad, transformaciones en identidad de género en América Latina. La ventana, 22, pp.146–188.
        • Torres, M. 2005. Introducción. En: Nuevas maternidades y derechos reproductivos, 1o edición. México: El Colegio de México, pp.9–29.
        • Tubert, S. 1996. Figuras de madre. Madrid: Ediciones cátedras, pp. 7-185
        • Wittig Monique, El pensamiento heterosexual y otros ensayos, Barcelona: de. Egales, 2006
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        TEXTO 4: Sonia Beldi Lugris (Argentina).
        Abogada.


        Maternidades Lesbianas: Negativas Insurreccionales

        Por: Sonia Beldi Lugris


        INTRODUCCIÓN

            
        “Llamé a ese sujeto excéntrico no sólo en el sentido de que se desvía de la senda normativa, convencional, sino también ex -céntrico en el sentido de que no está él mismo centrado en la institución que sostiene y produce la mente heterosexual, esto es, la institución de la heterosexualidad. De hecho, la institución no preveía tal sujeto y no lo podía considerar, no podía imaginarlo. Lo que caracteriza al sujeto excéntrico es un doble desplazamiento: primero, el desplazamiento físico de la energía erótica en una figura que excede las categorías de sexo y género, la figura que Wittig llamó “la lesbiana”; segundo, el auto-desplazamiento o desidentificación del sujeto de las asunciones culturales y prácticas sociales asociadas con las categorías de sexo y género” De Lauretis
                   
                    El ser humano está inmerso en un mundo dominado por binarismos que tienen como función principal dividirnos, pero ese fraccionamiento no es inocente, sino que está caracterizado por ser inequitativo, discriminatorio y estar lleno de prejuicios. “Actuamos e interpretamos binariamente el mundo. Pero dicho esto, es necesario reconocer que los binomios nunca son equitativos en su interior, para nosotros blanco es más que negro, hombre más que mujer, cielo más que infierno (…) (y) se inauguró un nuevo binomio repartidor de los seres humanos en una obvia disposición jerárquica: heterosexual más que homosexual”. (García, 2007, p.10)
                    En este trabajo se transitará por diferentes binarismos, que nos irán demostrando la idea expuesta a priori. Éstos serán: naturaleza/cultura, varón/mujer, heterosexual/homosexual. De la relación entre ellos es que se llegará a hacer un análisis de las maternidades lesbianas, donde nos encontraremos ante una conjunción de aquellos protagonistas de los binomios que se encuentran mayormente vulnerados: mujer, homosexual que rompe con los límites impuestos por la naturaleza, prescindiendo del hombre para llevar a cabo uno de sus deseos.
                     Habitamos un mundo en el que los prejuicios están a la orden del día. Vivimos inmersos en ellos, y de una u otra manera los reproducimos en lo cotidiano, es por eso que el objetivo principal de este trabajo será remarcar la idea de que se debe reflexionar acerca de la temática para poner en práctica acciones combativas contra estas dicotomías, para poder acercarnos al humano que llevamos dentro y erradicar las formas de vivir, pensar, sentir que nos consumen por su alto contenido discriminatorio: “En rigor de verdad, no existe todavía en nuestra época un código civil que convierta a los hombres y a las mujeres en personas humanas” (Luce, 1994, p.38).

        NATURALEZA/CULTURA
                    El primer binomio que será objeto de análisis es el de naturaleza/cultura. Ambos conceptos han sido utilizados de diversas maneras, asignándoles diferentes significados. Por ejemplo, si tomamos la palabra “cultura” veremos que nos enfrentamos una variedad de concepciones. Una de las definiciones que nos hace pensar en las diferencias existentes entre la cultura y la naturaleza es la que expone Kroeber en el año 1917: Cultura es lo superorgánico. Por lo tanto, lo natural será objeto de estudio de la biología, mientras que las ciencias sociales se encargarán de lo cultural: “(Lo superorgánico) difiere fundamentalmente de toda variedad del espacio físico o geométrico. No es espacio cuantitativo, uniforme, isotrópico, sino cualitativo, no uniforme y no isotrópico. Es un compuesto peculiar y múltiple que consta de tres “planos” principales y de cierto número de “dimensiones”. Tiene un plano de significados, valores, normas; un plano de vehículos (conductores de interacción); otro de agentes humanos. Sus dimensiones se hayan formadas por los principales sistemas culturales y por los principales grupos uni y multivinculados (p.574)” (Sorokin, 1973). De esta explicación, podemos remarcar cómo esta postura concibe a la naturaleza y a la cultura en dos ámbitos separados, siendo ajena una a la otra. Gallego (1993) dirá que lo superorgánico es aquello que está por encima de los individuos, que depende del conjunto de ellos, pero de ninguno en particular, y compuesta por el conjunto de reacciones motoras, los hábitos, las técnicas, ideas y valores aprendidos y transmitidos.
                    Según Herskovits (1948), la cultura es la parte del ambiente hecha por el hombre. Dicha definición, también nos acerca a la idea de que hay una división entre aquello que es cultura y aquello que es naturaleza. Seguimos en la misma línea de pensamiento: son compartimentos estancos.
                    Por otra parte, desde una perspectiva estructuralista, Lèvi-Strauss llamará “cultura a todo fragmento de humanidad o conjunto etnográfico que desde el punto de vista de la investigación presenta por relaciones a otro conjunto de variaciones significativas. De hecho, el término cultura se emplea para reagrupar un conjunto de variaciones significativas cuyos límites según prueba la experiencia coinciden aproximadamente. El que esta coincidencia no sea nunca absoluta ni se produzca jamás en todos los niveles al mismo tiempo no debe impedirnos el empleo de la noción de cultura que es fundamental en antropología y posee el mismo valor heurístico que el concepto de aislado en demografía que introduce la noción de discontinuidad”. Es decir, él participa de la idea de que la actividad simbólica de la mente humana produce un sistema de signos, que es la cultura.
                    Con el término naturaleza sucede una situación similar, ya que nos encontramos ante una variedad de definiciones tales como: Conjunto de las cosas que existen en el mundo o que se producen o modifican sin intervención del ser humano; también hace referencia al dominio de los seres vivos y objetos inanimados tales como la materia, la energía, etc. en general todo lo que no ha sido creado ni alterado por el ser humano. Estas nociones nos hacen hacer una distinción entre lo natural y lo hecho por el hombre. La naturaleza también es el “principio creador y organizador de todo lo que existe”.
                    Pero cuando hablamos de naturaleza, no sólo hacemos referencia al mundo natural, a lo orgánico, sino que también podemos referirnos a la naturaleza de las cosas, a la naturaleza de la moral, a la naturaleza humana. Deteniéndome en esta última, podemos decir que son aquellas características compartidas que tenemos los seres humanos, que nos son inherentes y que abarcan tanto la forma de sentir, de pensar y de actuar. ¿Existe realmente esta “naturaleza humana”? Si la respuesta es afirmativa ¿esa existencia es previa a la cultura o es una condición sine qua non de ella? Si no es previo a la cultura, ¿sería entonces naturaleza? ¿o aquello que creemos como natural existe con posterioridad a la cultura?
                    Lèvi- Strauss nos acerca a una posible respuesta a estas preguntas: “Todas las culturas reconocen dos órdenes distintos: la sociedad humana y el mundo natural. Para el autor, el elemento que diferenciaría la una de la otra, es la noción de cultura que trascendería al de la naturaleza (Ñancafil, 2013)”. Asimismo, Butler (2001) también participará en la respuesta a los interrogantes: “La relación binaria entre cultura y naturaleza fomenta una relación jerárquica en la que la primera libremente ‘exige’ un significado a la segunda y, por este motivo, la convierte en un ‘otro’ que se adecua a sus propios usos ilimitados, protegiendo la idealidad del significante y la estructura de significación sobre el modelo de dominación”.
                    Strathern  citado por Libson también reflexiona al respecto y remarca cómo “la hegemonía de lo biológico es el producto cultural de un discurso que le asigna a la naturaleza el lugar de persistencia e inmutabilidad (1980, 1992a y 1992b)”. Libson completa esta línea de análisis al decir que “en dicho correlato, el discurso de lo biológico se coloca como un dispositivo de sentido a partir del cual se construyen los sentidos sociales del parentesco y la procreación”. 
                    Rubin, citando a Engels, dirá que “un grupo humano tiene que reproducirse a sí mismo de generación en generación. Las necesidades de sexualidad y procreación deben ser satisfechas tanto como la necesidad de comer, y una de las deducciones más obvias que se pueden hacer de los datos de la antropología es que esas necesidades casi nunca se satisfacen en una forma “natural", lo mismo que la necesidad de alimento. El hambre es el hambre, pero lo que califica como alimento es determinado y obtenido culturalmente (…). El sexo es el sexo, pero lo que califica como sexo también es determinado y obtenido culturalmente (…)”.
                    Teniendo en cuenta estos conceptos, se continuará abordando el análisis desde una perspectiva de género, partiendo de las diferencias entre varones y mujeres, desde un enfoque tanto biológico como pensándolos como construcciones culturales.    
                    En relación a ello, Gayle Rubin en “El tráfico de mujeres: Notas sobre la “economía política” del sexo” hace un exhaustivo análisis acerca de la cuestión expuesta a priori. “Toda sociedad tiene un sistema, de sexo-género un conjunto de disposiciones por el cual la materia prima biológica del sexo y la procreación humanas son conformadas por la intervención humana y social y satisfechas en una forma convencional, por extrañas que sean algunas de las convenciones”. Ella nos trae a escena a Marx y nos dirá lo siguiente: “En alguna ocasión, Marx preguntó: "¿Qué es un esclavo negro? Un hombre de la raza negra. Sólo se convierte en esclavo en determinadas relaciones. Una devanadora de algodón es una máquina para devanar algodón. Sólo se convierte en capital en determinadas relaciones. Arrancada de esas relaciones no es capital, igual que el oro en sí no es dinero ni el precio del azúcar es azúcar." (Marx, 1971.b, p. 28). Podríamos parafrasear: ¿Qué es una mujer domesticada? Una hembra de la especie. Una explicación es tan buena como la otra. Una mujer es una mujer. Sólo se convierte en doméstica, esposa, mercancía, conejito de Playboy, prostituta o dictáfono humano en determinadas relaciones. Fuera de esas relaciones no es la ayudante del hombre igual que el oro en sí no es dinero. ¿Cuáles son, entonces, esas relaciones en las que una hembra de la especie se convierte en una mujer oprimida?”
                    Rubin se encargará de responder el interrogante a través del análisis del “elemento histórico y social”. Según expresa, este elemento es el que determina a una “esposa” como “una de las necesidades del trabajador, que el trabajo doméstico lo hacen las mujeres y no los hombres, y que el capitalismo es heredero de una larga tradición en que las mujeres no heredan, en que las mujeres no dirigen y en que las mujeres no hablan con el dios”. El “elemento histórico y moral” ha sido el encargado de proporcionarle “al capitalismo una herencia cultural de formas de masculinidad y femineidad”. Y además, el campo del sexo, la sexualidad y la opresión sexual está subsumido dentro de él. “Sólo sometiendo al análisis ese "elemento histórico y moral" es posible delinear la estructura de la opresión sexual” (…).
                    Simone De Beauvoir, tomando a Engels, “sostiene que en las primeras sociedades agrícolas el hombre no tiene el poder de dominar totalmente a la Mujer-Tierra o de desvincularse de ella pero en el matrimonio se muestra un deseo de hacerlo. A veces el matrimonio primitivo se acompaña de un rapto simbólico y, en efectivo, la violencia o la conquista por la fuerza es la afirmación más evidente de la alteridad del otro. El hombre desea poseer lo que él no es, lo extraño a sí (la naturaleza, la mujer) como medio de trascender los límites del clan y el destino que por su nacimiento le es asignado. Dominar una parcela del mundo es adquirir la condición de adulto, el trabajo y el matrimonio son manifestación de ese dominio mientras que la vinculación a la madre, a la familia y a los antepasados encierra al hombre en el estrecho círculo del clan” (Tarducci, 2008).
                    En relación a ello, De Beauvoir expresa que “no se nace mujer, se llega a serlo”. No se nace mujer dado que la identidad femenina es una construcción cultural. La identidad es generada por la cultura. Lévi-Strauss (citado por Rubin) reflexiona afirmando que derrota histórica mundial de las mujeres ocurrió con el origen de la cultura y es un prerrequisito de la cultura. Si se adopta su análisis en forma pura, el programa feminista tiene que incluir una tarea aún más onerosa que el exterminio de los hombres: tiene que tratar de deshacerse de la cultura y sustituirla por algún fenómeno nuevo sobre la faz de la tierra.

        VARÓN/MUJER
        “La ideología de la diferencia sexual opera en nuestra cultura como una censura, en la medida en que oculta la oposición que existe en el plano social entre los hombres y las mujeres poniendo a la naturaleza como causa”. Wittig.          

                    Como conclusión del capítulo anterior, podemos decir que cuando hacemos referencia al binomio varón/mujer, también estamos ante una producción cultural. Pensamos que las diferencias entre los sexos son algo natural, dado que anatómicamente tenemos diferencias, pero eso no quita que el significado que se le otorgue a un sexo y al otro no sea una cuestión cultural.  “Al admitir que hay una división “natural” entre mujeres y hombre, naturalizamos la historia, asumimos que “hombres” y “mujeres” siempre han existido y siempre existirán. No sólo naturalizamos la historia sino que también, en consecuencia naturalizamos los fenómenos sociales que manifiestan nuestra opresión, haciendo imposible cualquier cambio (Wittig, 1992, p.22)”
                    Nuestros atributos, capacidades, virtudes y desencantos se nos imputan incluso antes de existir, es decir, que nos encontramos atravesados por diferentes categorías que nosotros no hemos construido, en la que nuestra subjetividad no interesa, ni siquiera existe; siendo éstas delineadas por un mero criterio anatómico. Lo que somos y seremos está predeterminado incluso con anterioridad a nuestra propia existencia. “Diferentes tecnologías de poder se encargan de manufacturar cuerpos y mentes disciplinares para generar la ilusión de la existencia natural de roles, estereotipos, prácticas, etc.” (Molina, 2014, p.2)
                    Rubin al respecto dirá que “El género es una división de los sexos socialmente impuesta. Es un producto de las relaciones sociales de sexualidad. Los sistemas de parentesco se basan en el matrimonio; por lo tanto, transforman a machos y hembras en "hombres" y "mujeres"', cada uno una mitad incompleta que sólo puede sentirse entera cuando se une con la otra. Desde luego, los hombres y las mujeres son diferentes. Pero no son tan diferentes como el día y la noche, la tierra y el cielo, el yin y el yang, la vida y la muerte. En realidad, desde el punto de vista de la naturaleza, hombres y mujeres están más cerca el uno, del otro que cada uno de ellos de cualquier otra cosa por ejemplo, montañas, canguros o palmas. La idea de que los hombres y las mujeres son más diferentes entre sí que cada uno de ellos de cualquier otra cosa tiene que provenir de algo distinto de la naturaleza. Además, si bien hay una diferencia promedio entre machos y hembras en una variedad de rasgos, la gama de variación de esos rasgos muestra una superposición considerable. Siempre habrá algunas mujeres que son más altas que algunos hombres, por ejemplo, aun cuando en promedio los hombres son más altos que las mujeres. Pero la idea de que los hombres y mujeres son dos categorías mutuamente excluyentes debe surgir de otra cosa que, una inexistente oposición "natural". Lejos de ser una expresión de diferencias naturales, la identidad de género exclusiva es la supresión de semejanzas naturales. Requiere represión: en los hombres, de cualquiera que sea la versión local de rasgos "femeninos"; en las mujeres, de la versión local de los rasgos "masculinos". La división de los sexos tiene el efecto de reprimir algunas de las características de personalidad de prácticamente todos, hombres y mujeres. El mismo sistema social que oprime a las mujeres en sus relaciones de intercambio oprime a todos en su insistencia en una rígida división de la personalidad”.
                    Este criterio anatómico al que se hace referencia a priori, es lo que diferencia a una mujer de un hombre, donde (por supuesto) los mandatos no serán los mismos: “mientras ellas han sido relegadas a tareas ligadas a la reproducción de la vida, ellos se han autoasignado el campo del conocimiento, la ciencia y la técnica. Es lo que ella (Simone de Beauvoir) designa como condena de la inmanencia femenina frente a la posibilidad de trascendencia masculina, condena inseparable de una representación, dominante a lo largo de la historia, que identifica feminidad con maternidad” (Tarducci, 2008). Por lo tanto aquí nos encontramos con otra dicotomía que atraviesa esta temática: lo público y lo privado. Lo público como espacio de los varones, mientras que lo privado está destinado a las mujeres: Por un lado “la hija no tiene otro motivo de ser que el de convertirse en esposa y madre” (Irigaray 1994, p.46); y por otro “La genealogía masculina es una institución específicamente cultural y se constituye como un orden simbólico estructurado en base al Nombre del Padre, que funciona como pivote del sistema” (Amorós 1991, p.67).
                    Rubin, al hablar del “Intercambio de mujeres” nos marca las inequidades de género existentes en nuestra cultura: “Las mujeres son entregadas en matrimonio, tomadas en batalla, cambiadas por favores, enviadas como tributo, intercambiadas , compradas y vendidas. Lejos de estar limitadas al mundo "primitivo", esas prácticas parecen simplemente volverse más pronunciadas y comercializadas en sociedades más "civilizadas". Desde luego, también hay tráfico de hombres, pero como esclavos, campeones de atletismo, siervos o alguna otra categoría social catastrófica, no como hombres. Las mujeres son objeto de transacción como esclavas, siervas y prostitutas, pero también simplemente como mujeres. Y si los hombres han sido sujetos sexuales -intercambiadores- y las mujeres semiobjetos sexuales -regalos- durante la mayor parte de la historia humana, hay muchas costumbres, lugares comunes y rasgos de personalidad que parecen tener mucho sentido (entre otras, la curiosa costumbre de que el padre entregue a la novia)”.
                    Otra cuestión que atenta contra la igualdad entre hombres y mujeres es la división del trabajo por sexos. Rubin la concibe como un tabú, “un tabú que divide los sexos en dos categorías mutuamente exclusivas, un tabú que exacerba las diferencias biológicas y así crea el género. ¡La división del trabajo puede ser vista también como un tabú contra los arreglos sexuales distintos de los que contengan por lo menos un hombre y una mujer, imponiendo así el matrimonio heterosexual”.
                    Podemos concluir, tal como nos señala Adrienne Rich, que “las mujeres han sido convencidas de que el matrimonio y la orientación sexual hacia los hombres son componentes inevitables de sus vidas aunque sean insatisfactorios u opresivos. El cinturón de castidad, el matrimonio infantil, la erradicación de la existencia lesbiana (excepto como exótica y perversa) del arte, la literatura y el cine, la idealización del amor y el matrimonio heterosexual; todas estas son formas bastante obvias de compulsión, las primeras dos con el concurso de la fuerza física, las otras dos con el control de la conciencia”.

        HETEROSEXUAL/HOMOSEXUAL
                    Al hablar de varones y de mujeres, también emerge otro binarismo vinculado al deseo de los individuos y a sus prácticas sexuales, que es la dicotomía heterosexual/homosexual, en la cual la representación del y de la homosexual serán catalogado como algo que sobrepasa los límites de lo natural, dado que no están cumplimento con su misión principal, que es la reproducción humana. Es así que, tal como nos dirá Rubin “la supresión del componente homosexual de la sexualidad humana, y su corolario, la opresión de los homosexuales, es por consiguiente un producto del mismo sistema cuyas reglas y relaciones oprimen a las mujeres”.
                    La heterosexualidad se concibe como la sexualidad obligatoria, basada en relaciones caracterizadas (¿generalmente?) por la verticalidad y desigualdades. Adrienne Rich (1985) (…) analiza la heterosexualidad como institución política que debilita a las mujeres y sostiene que la heterosexualidad puede no ser en absoluto una “preferencia” sino algo que ha tenido que ser impuesto, gestionado, organizado, propagado y mantenido a la fuerza.
                    La homosexualidad implica una censura, en algunos casos explícita y en otros implícita, siento esta última la más peligrosa: “La censura produce regímenes discursivos a través de la producción de los impronunciable, lo que debe ser relegado al silencio (…) De hecho entre las dos formas de censura, la implícita y la explícita, la primera es sin duda la más eficaz puesto que pasa desapercibida, mientras que la explícita se expone, se hace visible en el discurso público y por lo tanto es susceptible de ataques, despierta la ira de los que son objeto de censura. En la tácita imposición del poder está el secreto de su éxito ya que pasa inadvertido. La censura implícita sofoca la ira en la raíz, ahoga cualquier sentimiento que pudiese llevarnos a romper el silencio, a la toma de la palabra, el poder implícito garantiza nuestra sumisión al silencio”. (Preciado, p.2)
                    Pero la homosexualidad femenina no puede ser asimilada a la homosexualidad masculina, ya que, a pesar de que ambos se enfrentan al sistema patriarcal, ese cuestionamiento surge de escenarios diferentes dado que el punto de debate no es el mismo: “Mientras los hombres tengan derechos sobre las mujeres que las mujeres mismas no tienen, es lógico suponer que la homosexualidad femenina sufre una supresión mayor que la de hombres”. (Rubin)
                    No se puede poner en el mismo nivel al lesbianismo que a la homosexualidad masculina por el hecho de que ambas sean orientaciones sexuales estigmatizadas, y tal como dice Rich, sería borrar la realidad femenina una vez más. “Obviamente, parte de la historia de la existencia lesbiana se encuentra donde las lesbianas, a falta de una comunidad femenina coherente, han compartido una especie de vida social y de causa común con los hombres homosexuales. Pero hay diferencias: la falta de privilegios económicos y culturales de las mujeres con respecto a los hombres, las diferencias cualitativas entre las relaciones femeninas y las masculinas por ejemplo, los patrones de sexo anónimo entre homosexuales masculinos y la pronunciada consideración de la edad en los patrones de atractivo sexual entre los hombres homosexuales. Yo percibo la experiencia lesbiana, como la maternidad: una experiencia profundamente femenina, con opresiones, significados y potencialidades particulares que no podemos comprender si simplemente las engrampamos con otras existencias sexualmente estigmatizadas.” Ninguna duda cabe de que el lesbianismo es una de las más audaces y transgresoras maneras de oponerse al patriarcado y, por consiguiente al sistema de la heternormatividad.

        MATERNIDADES LESBIANAS:
                    Tanto dentro del ámbito de lo “natural” como de lo “cultural”, cuando hacemos referencia a las mujeres lesbianas nos encontramos ante una doble sanción: ser mujer y además ser homosexual. De acuerdo a Espinosa Islas en “Experiencias y Significados de las Maternidades Lésbicas”, “La existencia de mujeres lesbianas constituye de facto una ruptura con el modelo hegemónico y natural de las relaciones entre mujeres y hombres y cuestiona la supuesta naturalidad con la que se fundamenta la hegemonía heterosexista.
                    Rich en su obra “Sangre, pan y poesía” (1986) citada por Burgaleta Pérez (2011),   “define la imposición del modelo heterosexual ‒ que se legitima a través de la «naturalización» ‒ como la máxima expresión del patriarcado moderno. La negación de la existencia lesbiana es, por tanto, fundamento esencial en la construcción de una sociedad heteronormativa que se impone desde la infancia a través del ideal romántico: La ideología del amor romántico heterosexual, que refulge desde la infancia en los cuentos de hadas, la televisión, el cine, la publicidad, las canciones populares, los cortejos nupciales, es una herramienta. El adoctrinamiento infantil de las mujeres en el «amor» como emoción es una ideología que conecta con la primacía y lo que hay de incontrolable en el impulso sexual masculino”.
                    Una de las explicaciones acerca de la prohibición de las mujeres a desearse entre ellas está dada por el “tabú del incesto”: “Para el varón, el tabú del incesto es un tabú sobre algunas mujeres. Para la niña, es un tabú sobre todas las mujeres. Como está en una posición homosexual hacia "su madre, la regla de heterosexualidad que domina el guión hace que su posición sea intolerablemente dolorosa. La madre, y por extensión todas las mujeres, sólo pueden ser amadas con propiedad por alguien "con pene" (falo). Como la niña no tiene "falo", no tiene "derecho" a amar a su madre ni a ninguna otra mujer, puesto que ella misma está destinada a algún hombre. No tiene la prenda simbólica que se puede cambiar por una mujer.” (Rubin)
                    Como ya hemos visto, las mujeres han sido objeto de intercambio, poniendo su cuerpo en una posición de inferioridad y a disposición del sistema patriarcal con fines reproductivos (y todo lo que ello implica)El modelo patriarcal de dominación implica un lugar subordinado de la mujer en el que su sexualidad intenta ser controlada. La heterosexualidad obligatoria es un eje de esta dominación sobre la mujer, en el que se le impone la tarea reproductiva (Rich, 2002; Lamas, 2002). (Las lesbianas frente al dilema de la maternidad)”. Por su parte, Rubin, haciendo referencia al tráfico de mujeres, se pregunta ¿qué pasaría si una mujer no sólo rechaza al hombre a quien ha sido prometida, sino que además pidiera  en cambio una mujer? Aquí emerge lo que ella denomina como doble negativa insurreccional. Entonces, qué pasaría cuando aquella persona, que además de ser doblemente sancionada, desafía todas las prescripciones impuestas y pone en jaque a la idea de que sólo las parejas heterosexuales pueden procrear, desafiando a la naturaleza, dado que las relaciones entre mujeres se consideran estériles, porque a pesar de que toda mujer tiene la potencialidad de gestar, en estas circunstancias se estaría interpelando el orden biológico.
                    Nos encontramos aquí ante un desafío a las instituciones políticas de la heterosexualidad y de la maternidad. Teniendo en cuenta estas situaciones, nos damos cuenta que no cualquier maternidad es válida. Ambas instituciones siempre han ido de la mano, son complementarias y era muy difícil concebir a una independientemente de la otra, hasta que, principalmente en los últimos tiempos, se fueron dando diferentes alternativas para que las mujeres lesbianas puedan ser madres, contraponiéndose[1] a la idea de familia que se ubica en un marco de relaciones heterosexuales[2]: adopción (en los países donde existe un régimen legal que así lo posibilite, en caso contrario, se podrá adoptar en solitario, pero la otra mujer no tendrá un vínculo jurídico con su hijo), recurrir a técnicas de reproducción asistida como la inseminación artificial; o bien mantener relaciones sexuales casuales con varones. Las maternidades lesbianas vienen a poner en la mira al concepto de maternidad diferenciando aquellas maternidades válidas de las que no lo son. Hay maternidades que valen y otras que desafían las imposiciones patriarcales, que serán juzgadas. De acuerdo a Butler: “Cuando las personas designadas como mujer desafían a los estereotipos predominantes sobre lo que una mujer o una chica debería ser, a veces se las somete a acoso o castigo debido a que se apartan de las normas de género recibidas”.
                    Este desafío al que se hace referencia, está marcado por la prescindencia del hombre como pieza fundamental a la hora de tener hijos y formar una familia. Pero también está en juego el tema de la “elección”. Como ya sabemos, existe una imposibilidad biológica en el caso de una pareja de lesbianas de quedar embarazadas accidentalmente la una de la otra, por lo tanto, la decisión conlleva una instancia previa de reflexión (y a pesar de que en una pareja heterosexual puede haberla, nunca será de la misma índole). Por lo tanto, puede ser que haya una desnaturalización en estos casos de la maternidad, donde se acercaría más a un deseo y se estaría alejando del mandato.
                    Con respecto a ello, podemos hacer una distinción, tal como señala Rich, “entre maternidad como institución y maternidad como experiencia, explicando cómo la institución de la maternidad ha alienado a las mujeres, encerrándolas en sus propios cuerpos. Así se ha asegurado el control de los cuerpos de las mujeres, en cuanto a reproducción pero también en cuanto a la sexualidad, por parte del patriarcado, adaptando sus configuraciones a las necesidades económicas y políticas de los sectores hegemónicos a lo largo de distintos momentos históricos”.
                    A pesar de que las maternidades lesbianas hoy son posibles, éstas no cumplen con los requisitos ni exigencias que se les imponen a las madres. Se las estigmatiza y se las considera “malas madres”, al no reproducir el paradigma de la maternidad, acusándolas de privar a sus hijos de los privilegios que otorga ser concebido dentro de una familia típica patriarcal. Los autores, los catedráticos Judith Stacey (Universidad de New York) y Timothy Biblarz (Universidad del Sur de California), llegan a las siguientes conclusiones: “en resumidas cuentas, la ciencia demuestra que la proporción de niños criados por progenitores del mismo género a los que les va bien es la misma que la de los niños criados por progenitores de géneros diferentes. Esto es obviamente inconsistente con el extendido argumento que afirma que los niños deben ser criados por una madre y un padre para que les vaya bien” (Butler en su informe como Amicus Curiae ante la CIDH).
                    Será indispensable trabajar al respecto para erradicar la connotación negativa que lleva consigo las maternidades lesbianas, y para eso será un requisito sine qua non deconstruir los mandatos de la maternidad.

        Referencias Bibliográficas:
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        [1] Y siendo una contradicción en sí misma en términos físicos y sociales
        [2] Aunque no es la única forma.

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        TEXTO 5: Verónica Espósito De Angeli (Uruguay). 
        Estudiante de Psicología. 

        Mayo, 2015
        Curso- Taller
        “Maternidad obligatoria: Un mandato a deconstruir”
        Docente: Lic. Stefanía Molina Torterolo
        Trabajo Final:
        “Construcción socio-cultural del ser, mujer-madre”
        -Verónica Espósito De Angeli.

        Dentro de las varias posibilidades de propuestas seleccione la siguiente.
        B – Escribir un texto reflexivo sobre la (s) maternidad (es) que involucre aspectos históricos de su construcción cultural y social.

        Estime interesante realizar un recorrido histórico sobre la construcción de género y por consiguiente de maternidad, desplegando en el mismo algunas interrogantes que van surgiendo. Como por ejemplo ¿Que lugar hemos ocupado o nos han dejado ocupar las mujeres en los procesos socio-culturales? ¿Como ha sido el empoderamiento de las mujeres a lo largo de la historia? ¿Como la cultura afecta al cuerpo de la mujer y a las decisiones que podemos tomar sobre el mismo?
        Pensando en esto, el recorrido podría ser legendario e interminable, pasando desde la teoría Androcentrista, donde el modelo del ser estaba basado en el hombre o la Adultocentrista, donde ese modelo de ser se basaba en el varón adulto. ¿Donde quedábamos las mujeres en estas construcciones de ser?
        Parándonos desde el Feudalismo podemos pensar entre tantas postulaciones y planteos de la época en el “Derecho de Perada” donde el señor feudal tenia el total control sobre los cuerpos y en especial sobre las mujeres, dicho “Derecho” le daba la potestad sobre cualquier mujer que sirviera a su feudo, permitiéndole mantener relaciones sexuales con ella antes de que lo hiciera con cualquier otra persona.
        Las concepciones sobre cuerpo, sexo y género han pasado por las mas variadas teorías en las diferentes culturas a lo largo de la historia, incluso están siendo modificadas constantemente.
        En el proceso de construcción del cuerpo, Thomas Laqueur plantea que, se identifican dos modelos del mismo, por un lado “El modelo unisexo, vigente desde la Antigüedad, según el cual las mujeres, en esencia, son hombres, diferenciados de ellos por la cantidad de calor vital que poseen sus cuerpos (...) y por otro, el modelo de los dos sexos, que en gran medida determina la diferencia sexual y la concepción de sexo opuesto dominante en la actualidad.” (Laqueur. La construcción del sexo, cuerpo y género desde los Griegos hasta Freud, 1994) Distingue Laqueur que los conceptos de género y sexo han estructurado la percepción y la organización de toda la vida social, estando profundamente dependiente de los significados culturales, significados que a su vez, están construidos bajo las exigencias contextuales que, según J. Scott, son enmarcadas por los conceptos de sexo y poder. Es a raíz de estos planteos que se puede pensar que el interés de los hombres por conservar la concepción del sexo único radicaba en que el hombre era tomado como la medida de todas las cosas y la mujer no existía sino para ser comparada con él. Por eso, señala Laqueur, las representaciones simbólicas de la anatomía del cuerpo humano, por lo menos hasta el siglo XVII, son masculinas. Laqueur contribuye con esta obra a dilucidar las formas en que la construcción de la identidad femenina está enraizada en el interior de las mujeres por normas enunciadas en discursos masculinos. (Laqueur. La construcción del sexo, cuerpo y género desde los Griegos hasta Freud, 1994) "...el género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos y el género es una forma primaria de relaciones significantes de poder..." (Scott; 1990)
        Con este planteo J. Scott conceptualiza la dimensión de poder en las relaciones de género, dando un lugar descriptivo a las características y atributos femeninos y masculinos, desnaturalizando y poniendo en evidencia las relaciones entre varones y mujeres en términos de desigualdades sociales. Al decir de Rodríguez Pereira De Souza, muchas veces se genera la confusión o indeterminación de cuál es el origen del concepto “género” en tanto noción que busca poner en juego las significaciones que a nivel cultural y social se le atribuye a la diferencia sexual entre hombres y mujeres.
        Las concepciones de género nos brindan modos característicos de relacionarnos y de actuar en sociedad. Concepciones que empiezan a ser construidas en la familia, que luego en la escuela son evidenciadas en la relación con sus pares, docentes y luego en la comunidad. (Género (s), Capitalismo y Patriarcado. Conceptos y sujetos que provocan nuevos tránsitos, Pereira de Souza).
        Como varios autores plantean, el concepto de género tiene su origen en el campo de la medicina y la psiquiatría, a partir de los estudios del médico endocrinólogo John Money en la década del 50. En los mismos el autor introduce la noción de identidad de género a los efectos de separar los atributos a partir de los cuales el sujeto deviene varón o mujer, de aquellas características morfo-fisiológicas que determinan el sexo innato. (Dio Bleichmar, 1996; Meler, Burin, 2009) Robert Stoller, quien importó el concepto de género al campo del psicoanálisis. Utilizó el concepto de “identidad de género”, entendiéndolo como el sentimiento íntimo de una persona de saberse varón o mujer.
        Teresita de Barbieri dirá que “al introducir el concepto se buscaba un ordenador teórico para los hallazgos y nuevos conocimientos a producirse, que tomara distancia del empleo acrítico, e históricamente empobrecido, de la categoría patriarcado” (De Barbieri, 1997)
        Para la psicología, el concepto “género” alude al proceso mediante el cual individuos biológicamente diferentes se convierten en mujeres y hombres, esto se da mediante la adquisición de aquellos atributos que cada sociedad define como propios de la feminidad y la masculinidad. El género es, por tanto, la construcción psico-social de lo femenino y lo masculino (Dio Bleichmar, 1985).
        La utilización de la categoría de género, no como sinónimo de mujeres, sino como la relación entre hombres y mujeres, es decir, de acuerdo al valor que la sociedad otorga a cada uno de ellos, y comprendiendo este valor como histórico, social y móvil, empezó a emplearse para lograr un análisis histórico libre de preconceptos y prejuicios.
        A este proceso de transición constante, se agregará la influencia de emergentes campos de estudios provenientes de dos perspectivas diferentes, la de los movimientos LGBT, a través de la teoría “Queer” y la de los varones, a través de los estudios sobre masculinidades.
        Tal vez una de las principales referencias en esta nueva transición epistemológica esté dada por los aportes de Judith Butler. Una de las grandes críticas que dicha autora ha realizado tiene que ver con que se trata de una categoría que continua manteniendo la misma dicotomía que pretende poner en cuestión, suponiendo y reforzando la existencia de un sistema binario de géneros con su correspondencia sobre un cuerpo sexuado al que se lo inscribe como masculino o femenino según el caso. Para esta autora, el sexo es una norma cultural que gobierna la materialidad de los cuerpos, siendo las identidades, ficciones que producen efectos políticos basados en relaciones de poder. “...El género performa el sexo, y no al revés...” dirá Butler (1999). La propuesta de la autora constituye una apuesta a la desestabilización de las posiciones sexo-género, al cuestionar la noción de que existe un sexo “natural” y una designación posterior de género. (Género(s), Capitalismo y Patriarcado. Conceptos y sujetos que provocan nuevos tránsitos. N.R. Pereira de Souza).
        “...La función de la reproducción social ha sido, desde siempre, una parte medular del sistema de género, en tanto que en dicha función se conjugan de manera paradigmática las diferencias biológicas de los sexos y las producciones culturales en torno a éstas. En términos de género es fácil advertir que, si bien la reproducción biológica se sabe compartida por ambos sexos, la reproducción social se asume como una responsabilidad de las mujeres...” (Cristina Palomar Verea, Guadalajara)
        Si pensamos en este fragmento de el texto de Cristina Palomar Verea desde una perspectiva de género podemos ver los imperativos ideológicos de un modelo de maternidad dominante, donde la reproducción social es puesta en manos de las mujeres.
        Históricamente se nos adjudica a las mujeres todo lo referente a la reproducción como única cuestión femenina, el embarazo, parto, lactancia, cuidado y crianza aparte de las tareas del hogar y el cuidado de la pareja, han sido estos, planteos centrales en la construcción de los saberes femeninos los cuales muchas veces se ven reforzados mediante la repetición de rituales que legitiman ese “saber femenino natural”.
        Esta construcción social sobre las mujeres ha sido objeto de debates desde que Simone de Beauvoir (1949) la planteara como “...un débito de las mujeres a la especie y base para la desigualdad que habían arrastrado a lo largo de los siglos...” (S. De Beauvoir, 1949).
        Mediante la naturalización de estos procesos se apadrina la desigualdad de género junto a una relación de dominación (hombre-mujer) apuntalando esta en una naturaleza biológica que es, en sí misma, una construcción social naturalizada.
        A lo largo de la historia uno de los espacios propios de mujeres fue el religioso (mujeres devotas y cumplidoras de doctrina) Donde la “buena mujer” debe cumplir los requisitos estipulados por la cultura y la época donde se encuentre inmersa, siendo la maternidad una cuestión compartida en las mas variadas de estas. La maternidad expuesta como obligatoriedad, una mujer que no es madre se considera menos mujer o una mujer incompleta. Al decir de Beatriz Moncó, “...mujer y madre se confunden habitualmente, sin embargo, a pesar de que todas las madres son mujeres, no todas las mujeres son madres...” (B. Moncó, 2009)
        Si pensamos en todas estas cuestiones la maternidad se torna una experiencia sobrecargada de significados sociales con una sobrecarga simbólica la cual no suele ir acompañada de un proceso reflexivo acerca de lo que motiva la experiencia de ser madre ni acerca de las formas que esta experiencia puede tomar.
        Esto lo podemos entender según lo planteado por Palomar Verea en el articulo “Malas Madres” cuando dice “...el fenómeno de la maternidad se estructura, sobre una serie de sobreentendidos de género sin que medie ninguna evaluación sobre los costos que implica el que siga siendo de esta manera...” (C. Palomar Verea, “Malas Madres”).
        La maternidad no es un “hecho natural”, sino una construcción cultural multideterminada, definida y organizada por normas que se desprenden de las necesidades de un grupo social específico y de una época definida de su historia. Se trata de un fenómeno compuesto por discursos y prácticas sociales que conforman un imaginario complejo y poderoso que es, a la vez, fuente y efecto del género. Este imaginario tiene actualmente, como piezas centrales, dos elementos que lo sostienen y a los cuales que parecen atribuírsele un valor de esencia: el instinto materno y el amor maternal (Badinter, 1980 y Knibiehler, 2001).
        Las relaciones entre deseo-cuerpo-género transitan así por procesos socio históricos que buscan resistir hoy en días las cristalizaciones identitarias binarias al igual que los imaginarios estipulados sobre la maternidad.
        Ante estos planteos, creo pertinente plantear algunas interrogantes: ¿Qué han significado estos cambios para las mujeres?, ¿Es pertinente hablar de una nueva simbología de lo femenino? ¿Como se percibe la maternidad en nuestros días?
        Creo importante pensar también el aspecto más simbólico de las representaciones que las mujeres tenemos de nosotras mismas, de cómo hemos interpretado los cambios y las transformaciones que hacen nuestra identidad, preguntándome también si estos “nuevos” planteos y prácticas apuntaladas a la igualdad entre mujeres y hombres han significado superar modelos de género, que promueven la maternidad como la categoría más importante en cuanto a la construcción de la mujer y el imaginario que rodea esta construcción. ¿Donde queda la mujer que no desea ser madre?

        Bibliografía:
        • Dio Bleichmar, E. (1985), "Género y sexo: su diferenciación y respectivo lugar en el complejo de Edipo", en El feminismo espontáneo de la histeria, Siglo XXI, Madrid.
        •  Género(s), Capitalismo y Patriarcado. Conceptos y sujetos que provocan nuevos tránsitos. N.R. Pereira de Souza.
        • Judith Butler, Cuerpos que importan, Paidos, Buenos Aires, 2002.
        • Judith Butler, Gender Trouble. Feminism and the subversión of identity, Routledge, Nueva York, 1999.
        • Laqueur, Thomas. La construcción del sexo. Cuerpo y género desde los griegos hasta Freud, Madrid, ediciones cátedra, 1994.
        • M. Teresita De Barbieri. “Certezas y malos entendidos sobre la categoría de género”en Laura Guzmán Stein y Gilda Pacheco Oreamuno, Estudios Básicos sobre Derechos Humanos IV. 1997.
        • Moncó, Beatriz. “MATERNIDAD RITUALIZADA: UN ANÁLISIS DESDE LA ANTROPOLOGÍA DE GÉNERO” IBR. Revista de Antropología Iberoamericana, vol. 4, núm. 3, septiembre-diciembre, 2009.
        • Palomar Verea Cristina “Malas madres”: la construcción social de la maternidad. Disponible en: http://www.debatefeminista.com/PDF/Articulos/malasm955.pdf (Abril, 2015)
        • Scott, Joan. 1990. "El género: una categoría útil para el análisis histórico". Historia y Género: Las mujeres en la Europa Moderna y Contemporánea, J. Amelang y M. Nash (eds.). Valencia: Ediciones Alfons El Magnanim.
        • http://judithbutlerenespanol.blogspot.com/
        • http://www.academia.edu/9970849/G%C3%A9nero_CApitalismo_y_Patriarcado
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        COMIC 6: María Martínez Zayas (Argentina).
        Licenciada en Comunicación. 

        "Maternando"
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        TEXTO 7: Mariel Palacios (Uruguay).
        Licenciada en Psicología. 

        CENTRO DE ESTUDIOS SOBRE MASCULINIDADES Y GENERO 
        Talleres sobre Maternidades y Paternidades: un espacio de reflexión y encuentros. 
        Mariel Palacios Cacciatori 
        Curso: “Maternidad obligatoria: un mandato a deconstruir” 
        Docente: Stefanía Molina Torterolo 
        Mayo 2015 Montevideo, Uruguay

        Resumen 
        Esta serie de cuatro talleres proponen crear un espacio de reflexión sobre los mandatos de la maternidad y la paternidad desde una perspectiva de género, que permita visibilizar las inequidades que reproducen estos instituidos. Está dirigido a hombres y mujeres adultos/as y se pueden realizar tanto en contextos educativos, comunitarios y centros de salud. Se trabajará con técnicas de trabajo corporal Gestáltico y del Teatro del Oprimido con el fin de habilitar un espacio de experimentación y encuentro donde se puedan configurar maternidades y paternidades en plural, más allá de los modelos hegemónicos. 

        Objetivos 
        Objetivo general: Promover vínculos equitativos de género en las maternidades y paternidades, apuntando a mejorar la calidad de vida de mujeres y hombres en torno a las prácticas de cuidado. 
        Objetivos específicos: - Generar espacios de reflexión y cuestionamiento en torno a los mandatos sobre la maternidad y la paternidad. - Visibilizar las desigualdades de género producidas por estos mandatos. - Habilitar un espacio de experimentación y encuentro donde se puedan configurar maternidades y paternidades en plural, más allá de los modelos hegemónicos. 

        Población y ubicación geográfica 
        Destinado a población adulta, no es requisito la tenencia de hijos por más de que sean talleres sobre maternidades y paternidades, lo primordial es trabajar los mandatos de género asociados a los mismos y los vínculos inequitativos que producen. La cantidad de participantes es de un mínimo de doce hasta veinte personas. Los talleres se pueden realizar tanto en contextos educativos, comunitarios y centros de salud, con las adaptaciones que se consideren necesarias. 

        Marco teórico 
        Las mujeres destinan una cantidad menor de horas al trabajo remunerado que los hombres, el trabajo realizado por el Instituto Nacional de la Mujer ”Las bases invisibles del bienestar social. Trabajo no remunerado en Uruguay” (2009) muestra que en Uruguay la jornada laboral semanal de los hombres supera en 10 horas a la de las mujeres, las causas de esta distribución de los horarios se asocian a la desigualdad en las oportunidades laborales y a la elección de actividades que sean compatibles a las responsabilidades familiares. En esta línea se toma la conceptualización del cuidado de Marcela Lagarde “El cuidado pues está en el centro de las contradicciones de género entre mujeres y hombres y, en la sociedad en la organización antagónica entre sus espacios. El cuidado como deber de género es uno de los mayores obstáculos en el camino a la igualdad por su inequidad.” (2003) Esta autora plantea que en el contexto actual de la sociedad neoliberal y patriarcal el cuidado es fragmentado y asignado como condición natural a partir de las organizaciones sociales: de género, clase, etnia y nacionalidad. Es así como el cuidado es convertido en un deber ser ahistórico natural de las mujeres, siendo gratificadas simbólica y afectivamente a través del mismo. Las mujeres cuidan a hombres, familias, hijos/as, parientes, escolares, pacientes, personas enfermas y con discapacidades. A esto se suma las exigencias laborales y exitistas del mundo moderno lo cual da como resultado “Mujeres atrapadas en una relación inequitativa entre cuidar y desarrollarse”. (Lagarde, 2003) Estas condiciones no solo afectan a las mujeres, sino que también perjudican a los hombres, el rol tradicional de proveedores los lleva a tener una mayor carga horaria laboral ante la exigencia de sustentar económicamente a su familia y estar ausentes en la misma, lo cual trae aparejados duros efectos psicológicos y sociales cuando no se puede ocupar ese papel (ante el desempleo o la enfermedad, por ejemplo). Al no ser gratificado simbólicamente en la masculinidad el cuidado de los/as otros/as, así es como también se priva al varón de disfrutar del ámbito familiar y afectivo. En la organización social hegemónica cuidar significa ser inferior, lo cual perpetúa relaciones asimétricas entre hombres y mujeres. Por lo cual, cuando se pretende trabajar con hombres en relación al cuidado es necesario considerar que deben abandonar un lugar de privilegio que la sociedad le otorga. “No consideran valioso cuidar porque, de acuerdo con el modelo predominante, significa descuidarse: usar su tiempo en la relación cuerpo a cuerpo, subjetividad a subjetividad con los otros. Dejar sus intereses, usar sus recursos subjetivos y bienes y dinero, en los otros y, no aceptan sobretodo dos cosas: dejar de ser el centro de su vida, ceder ese espacio a los otros y colocarse en posición subordinada frente a los otros.” (Lagarde, 2003) Estas concepciones de género en cuanto al cuidado generan la división del trabajo en productivo y reproductivo. El trabajo productivo asociado a los varones son las actividades que producen bienes y servicios, siendo remunerado, el trabajo reproductivo asociado a las mujeres es aquel que se ocupa de la reproducción, los cuidados y actividades comunitarias. “Tal visibilización y valoración material del trabajo productivo en oposición a lo que sucede con el trabajo reproductivo, atenta contra uno de los principales intereses y estrategias de la lucha por la equidad de género: la corresponsabilidad” (Fainstain, Picasso Risso, 2011) La corresponsabilidad apunta a la transformación de la división sexual del trabajo a través de la búsqueda de simetría tanto en las relaciones laborales como familiares, trabajando con varones y mujeres en relaciones de género equitativas. Se busca intervenir en las esferas de lo público y lo privado donde se hace evidente la consigna de la segunda ola feminista “Lo privado es político”. Adrienne Rich introduce la distinción entre la maternidad como institución y la maternidad como experiencia: “cualquier institución que llega a expresarse tan universalmente termina por afectar profundamente nuestra experiencia incluido el lenguaje que utilizamos para describirla” (Rich, 1986). La construcción de la mujer a partir de la institución de la maternidad se asocia directamente con la heteronormatividad que concibe a las mujeres como madres heterosexuales con hijos e hijas heterosexuales, y todo lo que quede por fuera de este parámetro es considerado anormal. Lo mismo sucede cuando una mujer adulta decide no tener hijos o cuando no los tiene por algún motivo físico, es visto como una falta, una falla, es estigmatizado y hasta medicalizado. La maternidad como experiencia habilita los deseos, las decisiones, las elecciones, más allá de los mandatos de la maternidad. “Destruir la institución no significa abolir la maternidad, sino propiciar la creación y el mantenimiento de la vida en el mismo terreno de la decisión, la lucha, la sorpresa, la imaginación y la inteligencia consciente, como cualquier otra dificultad, pero como tarea libremente elegida.” (Rich, 1986). La autora propone priorizar en la experiencia, en los cuerpos, en el lenguaje del cuerpo como un no pensado “Pensar con el cuerpo, un pensar que no conocemos” (Rich, 1986). Diferentes trabajos desde el feminismo han trabajado en torno a la maternidad y la no – maternidad desde la experiencia “En este sentido nuestros testimonios muestran la ruptura de las dicotomías a través de los relatos de experiencias, habilitando los matices, mostrando que en la vida las decisiones no se plasman en un blanco o negro, sino que existen grises donde las mujeres transitamos nuestras decisiones.” (Anzorena, Yáñes, 2013) En conclusión, para generar estrategias de intervención en el campo de la maternidad y paternidad como instituidos que proponen vínculos inequitativos de género, se necesita trabajar con hombres y mujeres: “El empoderamiento de las mujeres es un mecanismo de equidad que debe acompañarse con la eliminación de la supremacía de género de los hombres, la construcción de las equidad social y la transformación democrática del estado con perspectiva de género.” (Lagarde, 2003) 


        Talleres sobre Maternidades y Paternidades: un espacio de reflexión y encuentros. 

        Taller 1: “Las madres y los padres ideales” 

        Materiales: Pizarrón, marcadores. 

        Consigna: Se dibujarán en la pizarra dos columnas, en una dirá “Madre” y en la otra “Padre”. Se solicitará a los participantes que realicen una lluvia de ideas sobre cuáles son los imaginarios sociales sobre la maternidad y la paternidad. Algunas preguntas disparadoras podrían ser: ¿Cómo debe ser una madre?, ¿Cómo debe ser un padre?, ¿Qué es lo que se espera de un/a madre/padre?, ¿Cómo se educa a los/as niños/as en torno a la maternidad/paternidad? 

        Desarrollo: Luego de terminada la “lluvia de ideas” se abrirá el espacio para la reflexión y el debate. 

        Al finalizar este taller se espera: 
         Identificar que los ideales en torno a la maternidad y paternidad son construcciones de género que nada tienen que ver con un orden natural sino con construcciones sociales. 
         Demostrar que el rol de la maternidad es ligado a la identidad de la mujer, como mandato obligatorio; no siendo así a la identidad masculina. 
         Identificar las inequidades de género que producen estos ideales sobre las maternidades y paternidades. 


        Taller 2: Corresponsabilidad: Análisis del texto de José E. Saramago. “Las pequeñas memorias”. 

        Esta dinámica fue extraída del Manual para facilitadores de sensibilización en Género (Fainstain, Picasso Risso, 2011). 

        Materiales: Hoja impresa con el texto del autor. 

        Consigna: Identificar en el texto de José E. Saramago los tipos de tareas que realiza el autor en relación a su esposa. Identificar tareas asignadas a las mujeres y a los varones cuantificándolas en términos de horas de dedicación. Diferenciar también el status de cada tarea. Contrastar los «costos» y «recompensas» para cada uno de los personajes de hacerse cargo de las referidas tareas. 

        Texto: “Yo escribo, Pilar escribe, traduce, habla en la radio, cuida del marido, cuida la casa, cuida los perros, hace las compras, prepara la comida, se encarga de la ropa, envía la correspondencia, dialoga con el mundo, organiza el empleo del tiempo, recibe a los amigos que vienen a vernos y escribe, y traduce, y habla en la radio, y cuida del marido, y de la casa y de los perros, y sale a hacer las compras, y vuelve para hacer la comida, y escribe, y traduce, y habla en la radio, se encarga de la ropa y recibe a los amigos, y sigue, incansable dialogando con el mundo, y dice: «estoy cansada», y luego dice: «pero no importa». Yo mientras escribo". 

        Desarrollo: Se entrega a cada subgrupo el texto y se añade la consigna. Se deja que cada grupo analice en texto en función de las consignas. En segunda instancia se pasa a la puesta en común de lo trabajado, dando lugar al debate y reflexión. Se introducirán los conceptos de: trabajo productivo y trabajo reproductivo, la doble y triple jornada de trabajo. Al finalizar este taller se espera:  Visibilizar la desigual distribución de tareas entre hombres y mujeres.  Mostrar la valoración del trabajo productivo (adjudicado a los hombres) frente al trabajo reproductivo (asignado a las mujeres).  Introducir el concepto de corresponsabilidad como elemento fundamental para conseguir la equidad de género. 


        Taller 3: “Exploración de las polaridades: mandatos de género en la maternidad y la paternidad” 

        Materiales: Equipo de música, hojas, marcadores. 

        Consigna: En este taller se trabajará de forma vivencial, a través del trabajo con el cuerpo y las sensaciones que se producen a partir de la consigna de experimentar los mandatos de género que se adjudican a la maternidad y la paternidad. 

        Desarrollo: Se comenzará el taller con un caldeamiento, con música de ambientación se invitará a caminar a los participantes por el salón, haciendo un centramiento en la respiración y el contacto con el cuerpo, así como también el contacto con los/as otros/as, prestando atención a lo que se siente cuando no utilizamos el lenguaje verbal. En segunda instancia, individualmente se indicará escribir en una hoja una lista con diez características que impliquen beneficios en los mandatos adjudicados a la maternidad y la paternidad según de género al cual se pertenece. Luego se procederá a escribir una lista con las características que impliquen los costos de estos mandatos según al género al cuál se pertenece. En un tercer momento, los participantes tendrán que elegir una de esas características, la que más les guste y la que menos les guste. Luego se procederá al trabajo corporal, primero se representará a partir del cuerpo la característica elegida como la que le gusta, sin utilizar lo verbal, solo expresarlo con el cuerpo. En segunda instancia se representará la característica elegida como la que no le gusta de los mandatos de género. Y por último, se invitará a representar las características que a cada uno/a desea más allá de su género. Finalmente, se procederá al espacio de reflexión partiendo de las vivencias y sensaciones que se produjeron al experimentar las polaridades de los mandatos de género en primera instancia y las diferencias al experimentar “los grises”, los deseos que puedan configurar maternidades y paternidades en plural, más allá de los modelos hegemónicos. 

        Al finalizar este taller se espera:
         Identificar los efectos que producen en nuestros cuerpos los mandatos de género en la maternidad y paternidad. 
         Diferenciar a la maternidad y la paternidad como experiencia de la maternidad y paternidad como instituciones.  Evidenciar la importancia de los deseos y elecciones más allá de los mandatos de género. 


        Taller 4: “Ensayo de alternativas: Teatro Foro”. 

        Materiales: cartulinas, marcadores, disfraces, elementos de la vida cotidiana (pueden ser herramientas de trabajo, utensilios de cocina, de limpieza y del cuidado personal). 

        Consigna: A partir de la metodología de Teatro del Oprimido se utilizará la técnica de Teatro Foro, la cual consiste en representar situaciones de opresión de la vida cotidiana, en este caso con la temática de la maternidad y la paternidad. La cual permite Identificar en los personajes oprimidos/as y opresores/as, y así pensar y ensayar colectivamente alternativas a estas situaciones. 

        Desarrollo: Se comenzará con un caldeamiento donde se retomará lo trabajado en el taller anterior, las sensaciones asociadas a los mandatos de género en la maternidad y la paternidad. Luego el grupo se dividirá en dos subgrupos, cada uno tendrá que armar una historia a partir de lo trabajado en los talleres anteriores para representarla en una obra de teatro.
        Las consignas para armar una obra de Teatro del Oprimido son: 
        - Se tiene que representar una situación de opresión. 
        - Cada personaje tiene que representar un rol de oprimido/a o de opresor/a. 
        - El desenlace de la obra tiene: un comienzo (donde sucede la situación de opresión), desarrollo (donde el/la oprimido/a intenta resistir a esa situación de opresión) y fin (donde los intentos de resistencia del/a oprimido/a fallan). 
        Una vez terminadas las obras se pasa su representación, las mismas deben tener un nombre. En Teatro del Oprimido los espectadores se llaman “espect-actores” ya que tienen un rol participativo en la obra. Una vez terminada la misma se pregunta a los espect-actores sobre lo que vieron, las preguntas disparadoras pueden ser: ¿Es una situación de opresión?, ¿Quiénes son los/as oprimidos/as y los/as opresores/as?, ¿Qué alternativas ven a esta situación?. Una vez planteadas las alternativas se invita a los espect-actores a representarla, eligiendo uno de los personajes de la obra. Se vuelve a reproducir la situación, ahora con la participación del espect-actor. Estas participaciones e intervenciones de los espect-actores son ensayos en la búsqueda de alternativas a las situaciones de opresión que producen los mandatos de la maternidad y la paternidad, pensando colectivamente estrategias para crear líneas de fuga en los mismos. Se vuelve a repetir lo mismo con el segundo subgrupo. 

        Al finalizar este taller se espera: 
         Integrar el aprendizaje de los talleres anteriores en la escenificación de situaciones cotidianas. 
         Evidenciar que los mandatos de la maternidad y paternidad como institución generan vínculos de opresión. 
         Generar herramientas para la vida cotidiana que sirvan como insumo para buscar alternativas a los vínculos inequitativos que proponen los mandatos de la maternidad y la paternidad. Al finalizar los “Talleres sobre Maternidades y Paternidades: un espacio de reflexión y encuentros” se espera: 
         Identificar los vínculos inequitativos que reproducen los mandatos de la maternidad y paternidad. 
         Visibilizar la importancia de las maternidades y paternidades como experiencia.
         Generar herramientas para la vida cotidiana que busquen alternativas ante los mandatos de la paternidad y la maternidad. 


        Bibliografía
        • Aguirre, R. (2009). Las bases invisibles del bienestar social. Trabajo no remunerado en uruguay.
        • Instituto Nacional de la Mujer. Montevideo. Anzorena, C., Yáñes, S. (2013) Narrar la ambivalencia desde el cuerpo: diálogo sobre nuestras propias experiencias en torno a la “no – maternidad”. Investigaciones Feministas, vol. 4.
        • Fainstain, L., Picasso Risso F. (2011) Manual para facilitadores de sensibilización en Género. Instituto Nacional de las Mujeres. Montevideo. 
        • Lagarde, M. (2003) Mujeres cuidadoras: entre la obligación y la satisfacción. Ciudad de México. Rich, A. (1986) Nacemos de mujer: La maternidad como experiencia e Institución. Ed. Cátedra:Valencia.
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        TEXTO 8: Blas Radi (Argentina).
        Estudiante de Filosofía. 

        Curso Maternidad obligatoria: un mandato a deconstruir 
        Docente: Stefanía Molina 
        Estudiante: Blas Radi 
        Trabajo final - Modalidad 4 Sobre “Huelga de Úteros” 

        En el presente trabajo, recupero una línea muy interesante del material del Tercer Módulo. El audio de la Actividad 5 es una entrevista realizada a una pareja de lesbianas que son mamás. En esa actividad hay un valioso señalamiento que una de ellas hace acerca del concepto de homoparentalidad. De una manera muy aguda, ella indica que este concepto implica una forma de plantear la cuestión que es necesario problematizar. A su modo de ver, con el que coincido, las preguntas por la “homoparentalidad” nos instalan un terreno del que hay que correrse porque establecen un vínculo entre las prácticas sexuales y la reproducción o la maternidad. Es decir, detecta cómo se imbrican los términos que utilizamos y la forma de concebir el universo, a la vez que advierte cuáles son sus riesgos. Lo que yo me pronpongo en este texto es recuperar ese nivel análisis conceptual y esa responsabilidad de quien reconoce que poner palabras es crear mundos. La mayor parte de mis contribuciones en este Curso atendieron a la importancia de señalar los límites de un vocabulario que desatiende y posterga las urgencias sanitarias del colectivo de varones trans. En el trabajo final, recuperando el impulso de una de las mamás del video, pretendo profundizar en esa línea y trabajar a partir de un texto de Preciado, para poder hacer evidente eso que no está de ninguna manera oculto, pero que suele pasar desapercibido, y hacer un llamado de atención. En lo que sigue, discuto algunas ideas presentadas por Preciado en su articulo “Huelga de úteros”. Se trata de un artículo que fue publicado en enero del 2014, en el diario Público, a propósito del polémico anteproyecto de Ley de Protección de la Vida del Concebido y los Derechos de la embarazada que el gobierno de Partido Popular había presentado el 20 de diciembre del año anterior. El artículo de Preciado atiende de manera inmediata un problema grave y sus objeciones acometen contra la política conservadora del Estado español y la gestión institucional de los órganos, a la vez que avanza con una lectura crítica de algunos puntos del anteproyecto. Para una comprensión cabal del mismo es preciso tener en cuenta que en España el aborto es legal desde el año 2010. La ley Ley Orgánica de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo (Ley 2/2010) garantiza el aborto libre en las 14 primeras semanas, siempre y cuando se realice por un médico especialista. Cabe destacar, asimismo, que el Anteproyecto fue retirado en septiembre y se dio curso a otras medidas del mismo carácter conservador, que no desarrollaremos aquí porque excede el marco de este trabajo. Una de las pretensiones del anteproyecto, la que rescata Preciado en su artículo, es la de estipular únicamente dos supuestos de aborto legal: que se trate de un caso de violación (dentro de las primeras 12 semanas), o bien, que exista riesgo para la salud física o psíquica de la madre (durante las primeras 22 semanas de gestación), riesgo que, además, “deberá ser acreditado por un médico y un psiquiatra independientes y deberá ser objeto de un proceso colectivo de deliberación”. Como expresé anteriormente, reconozco el valor del texto de Preciado y coincido en muchas de sus consideraciones, por ejemplo, cuando señala la histórica expropiación política y económica del útero. En este sentido, Preciado afirma que no se trata de un órgano privado, sino de “un espacio biopolítico de excepción”. Al decir delx autorx, la jurisdicción del espacio uterino es disputada por distintos poderes, lo cual provoca que los cuerpos con úteros, en tanto cuerpos gestantes, pierdan su autonomía y sean objeto de rigurosa vigilancia y tutela. Sin embargo, en este trabajo quisiera ofrecer algunas claves que nos permitan volver al texto de Preciado con una mirada crítica. Mi propósito no es de ninguna manera impugnar el qué de su crítica a los avances conservadores, sino más bien el cómo, para reforzar la resistencia y comprensiva de esos cuerpos y subjetividades sobre los que, paradójicamente, Preciado habla tanto, pero rara vez considera. Con este propósito, a continuación voy a presentar algunas críticas al texto de Preciado. En primer lugar, me interesa señalar que el universo Preciadista, de la misma forma que el de las avanzadas leyes orgánicas y las retrógradas modificaciones anheladas por los partidos de la derecha tradicionalista, es un universo donde sólo las mujeres se embarazan, y, por lo tanto, son ellas las únicas sujetas de aborto. Esto quiere decir que aquí, ni siquiera en el lugar más “radical” de la resistencia ¿trans? hay lugar para los varones trans. En segundo lugar, y en relación con el punto anterior, me interesa subrayar el llamamiento Preciadista a “cerrar las piernas al nacionalcatolicismo”. En este sentido, la huelga de úteros constituye una invitación a no gestar. Y ¿de qué modo? “No sólo a través de la abstinencia y la homosexualidad, sino también de la masturbación, de la sodomía, del fetichismo, de la coprofagia, de la zoofilia… y del aborto”. Es decir, mediante abortos y prácticas sexuales de las que no resulte un embarazo. Ahora bien, que la homosexualidad sea una de esas prácticas quiere decir, que aunque Preciado extienda su invitación a todos los cuerpos, en rigor de verdad, sólo está pensando en cuerpos de las personas cisexuales. Se evidencia que Preciado reserva la ciudadanía sexual a determinados cuerpos sexuados que acceden al repertorio de derechos sexuales y (no) reproductivos de una comunidad política: sólo está pensando en el cuerpo de las mujeres cisexuales. Sin embargo, no es el único cuerpo el que es disputado por intereses religiosos, políticos, médicos y farmaceúticos. El cuerpo, a secas, sea de quien sea, es un laboratorio de poderes hegemónicos. Y el feminismo es uno de ellos. Si bien suele introducirse en los debates sobre aborto como una bandera altruista y pura, no sólo no ha "descolonizado” el útero sino que ha prestado su apoyo a distintas políticas antinatalistas (¿eso no es gestión estatal del útero?), haciendo de cuenta, además, que la libertad reproductiva se reduce meramente a no cursar un embarazo, cuando la libertad debería existir tanto para procrear como para no hacerlo... y no sólo para las mujeres. Las políticas del útero destinadas a la vigilancia y tutela de los varones trans van desde la exclusión en materia de derechos sanitarios hasta la esterilización forzada. Esta doble operación de restricción: de los derechos sexuales y (no) reproductivos que se resumen en el derecho al aborto, y de sus destinatarixs: sólo las mujeres, pone en evidencia la deuda pendiente de gran parte del (lesbo)feminismo con relación a las cuestiones y a las personas trans, y hacen necesario subrayar conceptual y políticamente el problema del cisexismo, a saber, aquellas creencias y prácticas que organizan el mundo de manera jerárquica, reservando privilegios para las personas cis, en detrimento de las personas trans, que son subordinadas, consideradas menos importantes, y sus problemas son o bien ignorados, o bien tratados más tarde, como de segundo orden. Quién es sujetx de aborto, quién es sujetx de embarazo, o bien, quiénes son lxs sujetxs de los derehos sexuales y (no) reproductivos y cuáles son esos derechos son algunos de los nudos problemáticos que el cisexismo no contribuye a resolver. Y el feminismo, que no solo no ha expulsado al poder de las elites de nuestros úteros sino que se ha aliado con ellos, tampoco.
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        TEXTO 9: Alicia Isern (Uruguay). 
        Técnica Asesora en Relaciones Laborales.


        CENTRO DE ESTUDIO SOBRE MASCULINIDADES Y GÉNERO OBSERVATORIO
        REFLEXIONES SOBRE LA MATERNIDAD 
        Docente: Stefanía Molina 
        Lic. Alicia Isern Vidal 2015 
        REFLEXIONES SOBRE LA MATERNIDAD 

        “La mujer presenta, además de su bisexualidad constitucional, dos fases que se alternan y se complementan, con un predominio en el suceder temporal de la femineidad. En características constitutivas que lo son en la primera etapa de su fase menstrual la femino-pasiva que en general se orienta a la búsqueda de un compañero. Ahora después de la ovulación pasa a predominar la tendencia maternal, la búsqueda inconsciente del hijo que jalona interiormente su mayor integración hasta que en los momentos inmediatamente anteriores al advenimiento de la menstruación se funden más profundamente ambas tendencias. Con la menstruación fracasan los anhelos inconscientes de fecundación y se inicia un nuevo ciclo. Cuando no sobreviene la menstruación, ello significa que se ha instalado el embarazo y entonces la tendencia maternal prosigue prósperamente su desarrollo, intensificándose las características maternales de la mujer. La libido se dirige ahora crecientemente hacia el hijo en gestación.” (Rascovsky, 1984) Ante estas afirmaciones categóricas de este médico argentino, cómo pueden las mujeres argumentar y los movimientos feministas abrirse camino ante dogmas incrustados en las sociedades, cuestionando el rol de la maternidad desde la óptica femenina y no desde la secular, de tal forma que puedan encaminarse hacia el uso de su libre albedrío en lo que tiene que ver con el hecho de ser madre. (Campero) A pesar que desde los años sesenta se gestan movimientos feministas cuestionando no sólo el rol de las mujeres sino así mismo de la maternidad y su rol en la sociedad y en la política como activista y en búsqueda de reclamos por su género. Ya desde mediados del siglo XX se reflexiona a instancias de la filósofa francesa Simone de Beauvoir acerca de la maternidad y su rol en la vida de las mujeres para su desarrollo personal y su vida misma en comparación con los hombres. Ella cuestiona la maternidad como una inclinación natural y medio siglo después no se hace más que reafirmar que la maternidad es una cuestión personal, a la que la mujer no se debe sentir obligada para sentirse realizada como tal. En el momento del matrimonio que se supone es una elección recíprocamente libre con un compromiso de amor eterno, encontramos que es quizás la relación más débil dentro de la familia, porque no perdura para siempre. Este supuesto contrato incluye que la mujer será la que por cuestiones de género se ocupará de los hijxs, basado en su supuesto instinto materno, pero no está probado que la capacidad biológica tenga que ver con el amor madre-hijo, sino que es una construcción basada entre ambos, que junto al padre elaborarán ese sentimiento que no por haber engendrado ella, será la única partícipe de ese amor por el hijo. Además, deben considerarse hechos sociales preexistentes, donde la trasmisión intergeneracional de la vulnerabilidad y la precariedad llevan a que las mujeres comienzan su maternidad a edades tempranas y a menudo se repite esta práctica. (Fassler, 1997) La mujer debe ser protagonista de su propio destino y su propio cuerpo teniendo la oportunidad de llevar el timón de su sexualidad en tanto pueda elegir los mecanismo más eficientes para mejorar su condición de vida. En Uruguay, si bien hay modificaciones para hacerle a la norma legal, debe destacarse que la posibilidad que brinda la Ley N°18.987, ha sido una forma de respaldar la decisión de las mujeres. El argumento de la “objeción de conciencia” dirimido por las instituciones prestadoras de servicios de salud, es uno de los escollos que complica al momento de la toma de decisión, aún cuando está previsto que la persona debe ser derivada a otro centro de salud, que cumpla con el protocolo correspondiente para llevar adelante la interrupción del embarazo, de cualquier forma estas entrevistas, pluripresenciales de profesionales realizando las entrevistas, no son lo más adecuado, así como tampoco el proceso que debe vivir la mujer para dar fin a su embarazo, el cual debe ser como un parto, lo que impide que las mujeres puedan llevar estos procedimientos sin culpas. Otro inconveniente, es para las mujeres que viven en zonas alejadas a los centros de salud, para ellas es más dificultoso cumplir los requisitos de tiempo y forma, así como que estas personas al realizar estas prácticas en localidades pequeñas sean estigmatizadas. (Varela) A modo de reflexión se puede decir, que se ha evolucionado en el concepto de la maternidad desde la mitad del S.XX en adelante, que ya puede la mujer y es una elección ser madre, desde la aparición de la píldora anticonceptiva y más aún cuando a principios del S.XXI cuando surge esta Ley que en caso de quedar embarazadas, las mujeres tienen la opción de interrumpir el embarazo no deseado, desprendiéndose del oscurantismo que aún rodea en la gran mayoría de los países, donde la cultura de “Mariológica” (Virgen María) ha primado y ha marcado a las mujeres como las madres, abnegadas y que reciben la bendición de engendrar como un regalo de Dios. Dando paso a que las mujeres puedan dedicar más tiempo a formarse profesionalmente y tener un trabajo seguro, luego, inevitablemente su rol de madre, las llevará a la renuncia de libertades sobre todo respecto a los horarios y traslados laborales, que son incompatibles con sus responsabilidades como tales. Sin embargo, se sigue observando que en los estratos más bajos de la sociedad las mujeres tienden a ser madres más jóvenes por otros aspectos psicológicos y de desconocimiento que las lleva a sentir cierto sentimiento de posesión con sus hijxs. Hoy lxs adolescentes tienen una perspectiva diferente sobre las parejas y sus relaciones así como de la maternidad, encontrándose un proceso en el que este tema ha dejado ser el centro de sus vidas, sintiéndose que sus realizaciones personales no están basadas en el hecho de lograr engendrar un hijx y ser madres, sino que encuentran sus logros en otros aspectos de la vida. 

        PROPUESTA DE TALLER 
        Por lo expresado y viendo que sería importante llegar realizar un encuentro que profundizara sobre el tema de la maternidad, o no, podría armarse un Taller para discusión y sondeo de opinión. 
        El tema podría ser: “Realizar un acercamiento a la percepción de la maternidad en mujeres jóvenes” 
        El público objetivo: mujeres de 15 a 28 años 
        Grupos: de 20 personas 
        Frecuencia y horas de taller: podrían ser 4 talleres que sería un total de 30 horas. 
        Herramientas para llevar adelante en los Talleres: Textos, a ser repartidos en los grupos para discutirlos y que se hicieran al final de la Jornada tres propuestas, iniciativas o cambios sustanciales propuestos por cada grupo para que al finalizar entre todos los grupos quedaran solo tres para la totalidad. Videos con escenas de películas, para armar debates dirigidos de tal forma que se pudiera armar un trabajo para el próximo taller. Alguna persona referente en cuanto a Salud Sexual y Reproductiva, que haya participado o propuesto la Ley, para que luego divididos en grupos se puedan buscar debilidades si las hubieren. 
        Evaluación: elaboración de trabajos finales con las propuestas emanadas del material entregado y de los insumos recibidos durante las cuatro jornadas de trabajo. 

        Bibliografía

        • Campero, L. (s.f.). ¿Qué es una mujer? 
        • Fassler, C. H. (1997). Género, familia y políticas sociales -Modelos para armar. Montevideo: Trilce.
        • Rascovsky, A. (1984). Conocimiento dela Mujer. Buenos Aires: Orion. Varela, P. (s.f.). Lecturas de la oposición al Aborto.
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